LA CONTEMPLACIÓN EN EL ISLAM
Los límites con la razón.
Un saludo eterno a nuestro Amado Profeta, (que Allah le bendiga y le conceda la paz), igual que a su Familia, y sus Compañeros, quienes contemplaron el universo, la humanidad y el Noble Corán de la manera más profunda, bella y sensible, y enseñaron a sus seguidores a actuar de igual forma contemplando con el ojo del corazón.
El Islam nos enseña a través de caminos diferentes a saber y utilizar correctamente la razón, al tiempo que concede una gran importancia a su uso, considerándola una de las dos causas principales por las que somos responsables de nuestros actos. A la vez que se nos recuerda constantemente que la capacidad de la razón no es ilimitada, ya que Allah, alabado sea, no ha concedido esta característica a ningún elemento de la Creación. Al igual que los sentidos de la vista y del oído tienen su límite, también lo tiene el poder de la comprensión racional. Hay innumerables seres cuya existencia elude nuestro sentido de la vista, e incontables sonidos que escapan a nuestro sentido del oído. De la misma manera, existen aspectos de la verdad que transcienden a nuestra comprensión racional ya que se sitúan fuera de sus límites. Por lo tanto, la razón no es suficientemente amplia para abarcar la realidad en su totalidad.
Los filósofos, cuyas inclinaciones son evidentemente racionales, mantienen que la razón no tiene límites y la consideran una fuente inagotable de poder. En realidad, arrastran así a los que lograron convencer para que sean sus seguidores a la confusión y el sinsentido.
Allah, (glorificado sea), Quien conoce los fallos de Sus siervos mejor que ellos mismos, ha enviado, según las transmisiones, más de 124.000 profetas -sujetos a la Revelación Divina, y reforzados con las escrituras y los libros- los medios más poderosos de guía hacia la verdad, y al mismo tiempo, de una gran ayuda a la hora de rectificar nuestros conceptos espirituales y perfeccionar nuestra creencia.
Por ello mismo, es imperativo que la razón se someta al entrenamiento del wahy -la Revelación Divina. La razón no sometida a la guía de la Divina Revelación es como un caballo salvaje que no solamente no coopera con el jinete para llegar a su destino, sinó que lo lanza por un precipicio en el que perece. La mejor manera para domar es el entrenamiento. De la misma manera, es absolutamente necesario someter a la razón a un entrenamiento espiritual por medio del wahy y su explicación - tal fue la sunnah del Bendito Profeta, (que Allah le bendiga y le de la paz), ofreciéndole de ésta manera una dirección correcta. Hasta que esto ocurra, "la razón" es como una espada - que puede ser utilizada para el bien, y también, de manera radicalmente opuesta - para producir el mal.
Sobre el corazón.
En el Islam el iman, la fe, queda establecido por medio de la afirmación del corazón y de la declaración oral. Lo que esto significa es que el verdadero lugar en el que se manifiesta la fe no es en la razón sinó en el corazón -el centro de la sensibilidad espiritual y del sentimiento. Es un punto de suma importancia, ya que la fe es un sentimiento sublime, mientras que la razón suministra los medios necesarios para salvaguardar una fase inicial del entendimiento y lograr ese sentimiento de la fe.
La fe no se da hasta que la Verdad Divina, aceptada por la razón, reciba su visto bueno en el corazón. Una fe no arraigada en el corazón no se transformará en actos ni dirigirá el comportamiento del creyente, dejando todas sus acciones sin valor ante el Todopoderoso. Es Allah Quien recrimina a los sabios de entre los Hijos de Israel, a los que compara con asnos cargados de libros, por haber errado en sus corazones por asimilar la Verdad Divina y, en consecuencia, no haberla puesto en práctica.
El conocimiento de la Verdad Divina, por lo tanto, no supone aprenderla intelectualmente. Saber significa descifrar por medio de la contemplación y la sensibilidad del misterio del increíble orden que reina en el Universo y en la existencia, y actuar acorde con él. Solamente un corazón iluminado por la luz de la fe puede conseguirlo.
Los elementos que utiliza la razón a la hora de contemplar el Universo y el Noble Corán, se pueden comparar con las materias primas que extraemos de la tierra. La transformación de estos materiales en algo que tenga valor, es obra del corazón -centro de la sensibilidad espiritual y del sentimiento. Su función, significativamente delimitada por los conceptos de la intuición e inspiración, consiste en la unificación de las pruebas ofrecidas por la razón, lo cual lleva a una comprensión perfecta de la Verdad; un proceso comparable al que tiene lugar a la hora de unir las piezas de un jarrón roto de manera que se pueda manifestar de nuevo su verdadera forma original.
Es obvio, pues, que la manera perfecta de alcanzar la verdad y el bien es la de entrenar a la razón con la revelación, para que después sea el corazón maduro quien pueda realizar su función de reparar los defectos de la razón.
El valor de la contemplación también depende del refuerzo que reciba de la espiritualidad. Dicho de otro modo, depende del esfuerzo equilibrado y armónico de ambos -el corazón y la razón. Si la balanza se inclina hacia la razón, el resultado puede ser un buen individuo en términos de éste mundo, hijo de sus propias obras. Sin embargo, para convertirnos en Musulmanes maduros es necesario que el corazón, el centro de los sentimientos y de la sensibilidad, reciba un entrenamiento espiritual que le haga desarrollar las funciones que le servirán para guiar a la razón, ya que es el corazón quien dirige el pensamiento, mientras que el pensamiento dirige a la voluntad. En la práctica, ésto significa que la intención de actuar se origina en el corazón; de hecho son los sentimientos los que se encuentran incrustados allí. La rectificación del corazón según el mandato Divino tiene por lo tanto mayor importancia que el mantenimiento del equilibrio de las otras partes del cuerpo.
Existe un tipo de pseudo-contemplación basado en los deseos de naturaleza egoísta, vulnerable a las enfermedades del espíritu, como el orgullo y la vanidad, carente de la guía del corazón, que se desvía cada vez más de su curso natural y lleva al hombre a la transgresión y la depravación. Mawlana Rumi dijo:
"Si el amor de Lucifer hubiese sido tan grande como su razón, no sería el Shaytan que es hoy".
Queda claro, pues, que la razón por sí misma no tiene valor. Hace falta tomar el timón y darle una dirección segura para refinar espiritualmente los sentimientos que alberga el corazón. En pocas palabras, la verdadera contemplación empieza en el momento en el que la razón, inspirada por la Revelación, se encuentra con un corazón maduro espiritualmente. El uso que damos a la palabra 'contemplación' se atiene, por lo tanto, a su forma más perfecta: contemplación realizada bajo las Verdades Divinas y reforzada con la sensibilidad del corazón.
La contemplación implica sustraer la enseñanza de cualquier experiencia, y centrarse en ella para lograr su comprensión profunda. La deliberación implica pararse a pensar, para después investigar más a fondo por medio de la contemplación. Es un proceso delicado del pensamiento, centrado en el Universo y sus fenómenos con el objetivo de extraer de ellos la enseñanza necesaria para llegar a la esencia del asunto.
La ponderación supone reflexionar sobre las consecuencias de un acontecimiento dado.
La importancia de la contemplación
Tanto el Libro de Allah, (alabado sea), como en los dichos del Bendito Profeta, (que Allah le bendiga y le de la paz), insisten una y otra vez en la necesidad -más aún, la ordenan- de investigar, contemplar y sustraer enseñanzas de nuestro entorno. Citemos simplemente dos de las muchos ayats (versos) que encontramos en el Corán referidas a éste hecho:
"¿Es que no han reflexionado en su interior?
Allah no ha creado los cielos y la tierra y lo que hay entre ambos sino con la verdad y con un plazo fijado.Y es cierto que muchos de los hombres niegan que habrán de encontrarse con su Señor". (Sura, ar-Rum 30:8).
"Di: Sólo os exhorto a una cosa: Que os lo propongáis por Allah, en pares o de uno en uno, y reflexionéis: Vuestro compañero no es un poseso sino que es alguien que viene a advertiros de un terrible castigo" (Sura, as-Saba 34-46).
Vemos pues que se le exhorta al hombre a servir al Todopoderoso, individualmente y en comunidad, a centrarse y contemplar su realidad. A los que lo hacen se les promete la salvación, aunque fuera el único mandamiento al que respondiesen.
El Profeta de Allah siempre contemplaba. El Profeta, (que Allah le bendiga y le de la paz), amaba el silencio y la contemplación. Justo antes de recibir la Profecia, sintió el deseo de sumergirse en la contemplación de una forma más intensa de lo normal. Se quedaba durante días enteros en la Cueva de Hira, a unos 5 kilómetros de Mekka. Durante los días que pasaba alli su forma de adorar consistía en la contemplación, también de la Ka'aba, y la reflexión sobre los tesoros de los cielos y de la tierra, tal como lo hacía su ancestro Ibrahim, (paz sobre él). De ésta manera, el Todopoderoso le estaba preparando para su sagrada misión. El Profeta, (que Allah le bendiga y le de la paz), continuó ejercitándose en la contemplación durante toda su vida.
ibn Abi Hala, (que Allah esté satisfecho de él), explica: El Mensajero de Allah se encontraba constantemente en estado de reflexión y ponderación. No daba ningún valor a la comodidad. Nunca decía vanidades. Sus silencios eran más largos que sus discursos. Siempre empezaba y terminaba lo que tenía que decir con la mención del nombre de Allah. (Ibn Sad, I, 422-433).
Para animar a los Musulmanes a la contemplación, el Profeta, (que Allah le bendiga y le de la paz), decía:
"Mi Señor me ha ordenado que mi silencio sea el silencio de la contemplación". (Ibrahim Canan, Enciclopedia del hadiz. XVI, 252/5838).
"La mejor forma de adoración es la contemplación". (Baihaki, Shuab, IV 157, Ali al Muttaqi, XVI, 121).
Sed en éste mundo como un viajero. Que las mezquitas sean vuestras casas. Que vuestros corazones se acostumbren a la sensibilidad. Contemplad y llorad mucho. No dejéis que los deseos de vuestro ego os cambien. (Ebu Nuam, Hilye, 1, 358).
Assalamo aleikum.