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jueves, 9 de noviembre de 2023

MEMENTO UNDE SITIS.

MEMENTO UNDE SITIS.
A través de la religión el ente Espiritual ha pasado desde la forma de la sustancia a la del conocimiento del sujeto, pues la religión que produce figuras y no está centrada en el espíritu, pone, por tanto, en su obrar la autoconciencia, que es una sustancia atemorizadora que no hace sinó hacer desaparecer la confianza sobre ella misma. Éste devenir humano, (sobre la esencia divina), parte de la fantasía de la estatua material, que sólo llega a la figura exterior del si mismo, mientras que lo interior, su actividad, cae lejos de ella, pero en el culto verdadero, ambos lados tienden a la unificación, y en el resultado de la religión, ésta unidad en su plenitud ha pasado también, al mismo tiempo, al extremo del si mismo en el que de la conciencia es perfectamente sensible a la esencialidad. La proposición que enuncian éstas dialécticas del sí mismo, es la esencia absoluta, la esencia, que son sustancias, yá que el si mismo es una celebración de accidentalidad que ha descendido al predicado, e in-situ, ha perdido su conciencia en ésta autoconciencia a la que se enfrenta en la forma de la esencia.

EL CONCEPTO DE LA RELIGIÓN.
Ésta proposición: del sí mismo sobre la esencia absoluta, pertenece como está claro al sí mismo, no al espiritu, no al religioso, ni al místico, y debe de recordarse que es ésta la figura del espiritu que lo expresa. Ésta figura contendrá, al mismo tiempo, el movimiento y la inversión de dicha proposición, que rebaja al sí mismo al predicado y eleva la sustancia del sujeto. De tal modo, que la proposición inversa no convierte a la sustancia en objeto o, lo que es lo mismo, satura a la sustancia de modo que la conciencia del espíritu es hecha para retomar a su comienzo, a la religión natural, de modo que, esa inversión sea producida por y para la misma auto-con-ciencia. Al abandonarse ésta con la conciencia de ello, es conservada y permanece el sujeto de la sustancia, pero, tiene al mismo tiempo la conciencia de la misma; o bien, al deducir mediante su cuenta a la sustancia como sujeto, éste sigue siendo lo propio de sí mismo. Se logra de éste modo que, si en las dos proporciones el de la primera sustancialidad el sujeto solamente desaparece, y en la segunda, la sustancia es solamente un predicado, y ambos lados se dan, por tanto, en cada uno con la contrapuesta desigualdad del valor se producirá la unión y penetración de ambas naturalezas, en las que ambas, (en un valor igual), son igualmente esenciales, a la par que son solamente unos momentos por donde el espíritu es, pues, tanto en conciencia de sí como de su sustancia objetiva en cuanto autoconciencia simple, que permanece dentro de sí.

La religión pertenece al espíritu ético, que ya hemos visto, profundiza en el estado de derecho, es decir, en la proposición: y el sí mismo como tal, la persona abstracta, es esencia absoluta. En la vida ética, el sí mismo se ha hundido en el espíritu de su pueblo, es la universalidad plena. Pero la singularidad simple se eleva desde éste contenido, y su ligereza la depura en la persona, en la universalidad abstracta del derecho. En ésta se ha perdido la realidad del espíritu ético, sobre los espiritus vacíos de contenido.

La representación, cuya forma impotente deja hacer a cada cuál, no puede ser el panteón de la universalidad abstracta del pensamiento que priva del cuerpo y le confiere al sí mismo tal espiritualidad, en la persona singular, en el ser y en el para sí. Pero éste sí mismo, por su vacuidad, ha dejado al contenido libre; y la conciencia sola, (dentro de sí), es el reconocimiento jurídico de la persona, es la abstracción no plena; sólo posee, por tanto, más bien el pensamiento de sí misma; o, tal como es alli y se sabe como objeto, es la conciencia irreal. Es, por tanto, solamente una idea de independencia del pensamiento, y ésta, (atravesando el movimiento de la conciencia escéptica), encuentra su verdad en aquella figura que fue llamada anteriormente la auto-con-ciencia estructurada. Ésta sabe lo que significa la validez real de la persona abstracta y también la validez de ésta persona en el puro pensamiento. Sabe también, que esa validez, es más bien como la pérdida completa; ella misma es ésta pérdida consciente de sí y la enajenación de su saber de sí. Vemos, que ésta conciencia constituye el reverso y el complemento de la conciencia dentro de sí perfectamente feliz, en la conciencia cósmica. En ésta, toda la esencia divina retorna o es la perfecta sustancia. Aquélla es, por el contrario, el destino trágico de la certeza de sí mismo, que debe ser en y para sí. Es en la conciencia de la pérdida de toda esencialidad, en ésta certeza de sí y de la pérdida, precisamente, de éste saber de sí sobre la sustancia como del sí mismo, surge el dolor que se expresa en las duras palabras de quién niega a la divinidad.

Así pues, en el estado de derecho, el mundo ético con su religión se han hundido en la conciencia cósmica y la conciencia abstracta del saber, está en pérdida total. Para ella, se han perdido tanto el valor intrinseco de su personalidad inmediata como el de su personalidad inmediata, el de la personalidad pensada. Se ha enmudecido la confianza en los oráculos y en los ídolos que pasaban por lo particular. Aquellas estatuas son ahora cadáveres cuyo agente vivificador se ha esfumado, así como los himnos son sólo palabras de las que ha huido la fe; los altares se han quedado sin comida, sin incienso y sin sacrificios, y sus juegos y sus fiestas no les infunden nuevamente en la construcción de una conciencia gozosa que les lleve a la esencia. A las obras de las musarañas les falta la fuerza del espíritu que veían brotar a los hombres desde la certeza del sí mismo. Ahora, yá sólo son sombras, de lo que para nosotros fueron frutos caídos del árbol, con un destino que se nos alarga, cuando la doncella egoica nos presenta esos frutos; yá no hay noticia, ni vida real de su existencia, ni el árbol que los sostuvo, ni la tierra y los elementos que constituían su sustancia, ni el clima que constituía su determinación o el cambio de las estaciones del año que marcaban el proceso de su devenir. De éste modo, el Destino no nos entrega las obras de éste mundo exterior, la primavera y el verano de la vida ética en las que florecen y maduran, sinó solamente el recuerdo velado de ésta realidad. Nuestro obrar, cuando gozamos de éstas obras, no es yá el poder extra de la conciencia, que alcanzaría su verdad perfecta y la colmaría, sinó que es el obrar interior el que limpia éstos frutos con algunas gotas de lluvia y de los granos de polvo surgen los elementos interiores de la realidad ética que los rodeaba, los engendraba y les daba el espíritu con el armazón de los elementos estimados para ser invulnerables a la existencia exterior, del lenguaje, de lo histórico, de lo ficticio, etc.. no para penetrar en su vida, sinó solamente para representarlos dentro de sí. Pero, lo mismo que la doncella que brinda los frutos que su naturaleza le presentaba de un modo inmediato, la naturaleza despliega sus condiciones y sus elementos, los reunirá bajo una forma superior en todas éstas condiciones y en el resplandor del ojo autoconsciente mismo, en el gesto que ofrecen los frutos del espíritu y del destino que nos brindan éstas obras sobre la realidad de éste mundo, pues es la reminiscencia del espíritu que es exteriorizado todavía en ellas; es el espíritu del Destino el que reúne todos esos factores individuales y todos aquellos atributos de la sustancia en un panteón, en el espíritu autoconsciente como tal espíritu.

Todas las condiciones de tú nacimiento se dan, y ésta totalidad de condiciones son las que constituyen el devenir, el concepto o el nacer que es en sí el concepto mismo. El círculo de las producciones abarca aquellas formas de las enajenaciones de la sustancia; es en la forma de la personalidad, como una cosa, como un objeto que es de la conciencia sensible.. como el lenguaje puro o el devenir de la figura.. como ser allí y no salir fuera de sí mismo y es un objeto que tiende puramente a desaparecer, como unidad inmediata con la autoconciencia universal en su entusiasmo y como la unidad inmediata en el obrar del culto; -como corporeidad de sí mismo y, por último, como el ser allí elevado a la representación y el despliegue de la misma en un mundo que se agrupa a la postre en la luz universal, que es también pura certeza de ella misma. Estas formas, y del otro lado el mundo de la persona y del derecho, el salvajismo destructor de los elementos sobre el contenido que se han dejado libres, así como la persona pensada en la inquietud insatisfecha de la conciencia escéptica, son las que constituyen la periferia de las figuras que, agrupadas en una ardorosa espera, se disponen en torno a la esfera del espíritu que se convierte en autoconciencia; el dolor y la nostalgía de la autoconciencia desventurada que penetra en todas es su punto medio y el dolor común del parto que acompaña al nacimiento, la simplicidad del concepto puro que contienen aquellas figuras como su recordatorio del memento mori.

El contenido simplificado de la religión absoluta: la realidad humana sobre Allah Todopoderoso.
El contenido tiene dos lados que han sido representados como las dos proporciones inversas entre sí; uno es aquel según el cual la sustancia se enajena de sí misma y se convierte en autoconciencia; y el otro, (a la inversa), es aquel según el cual la autoconciencia que se llega a enajenar de sí y se convierte en coseidad o en un sí mismo universal. Ambos lados salen así el uno al encuentro del otro, y con ello, se ha producido la verdadera unificación. La enajenación de la sustancia, su devenir, su autoconciencia, expresa el tránsito en lo contrapuesto, el tránsito no consciente de la necesidad o el hecho de que es en si autoconciencia. Y, a la inversa, la enajenación de la autoconciencia expresa que ésta es en sí la esencia universal, o -puesto que el si mismo- es para sí, y que su contrario permanece cerca de sí (el que es para ella como la sustancia) es autoconciencia y, precisamente por ésto, puedes decir, que ese espíritu se ha abandonado a la forma de la sustancia y cobra ser allí la autoconciencia -si es que queremos servirnos de las relaciones tomadas de la generación natural-, (que tiene una faceta real), con un Real y Supremo Creador; pues la realidad o la autoconciencia y el sí, (como la sustancia), son dos momentos de mutua atracción, convirtiéndose cada uno de ellos en el otro, el espíritu cobra ser allí como Su unidad.

EL SER INMEDIATO DE LA  AUTOCONCIENCIA DIVINA.
En la medida en que la autoconciencia sólo capta unilateralmente su propia enajenación, aunque su objeto sea yá para ella tanto ser como sí mismo y sepa que todo ser allí es como esencia espiritual, no por ésto el espíritu verdadero ha devenido para ella, yá que el ser en general o la sustancia no ha efectuado igualmente en sí y de su propio lado su enajenación y no ha devenido en autoconciencia. Pues, en éste caso, todo ser allí es esencia espiritual solamente desde el punto de vista genérico.

Assalamo aleikum.