Assalamo aleikum.

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viernes, 15 de diciembre de 2023

ESTAR AL LADO DEL CAMINO, NO ES ESTAR EN EL CAMINO.

ESTAR AL LADO DEL CAMINO, NO ES ESTAR EN EL CAMINO.
Enfrentar el mundo y la aterradora inseguridad de la existencia humana, cuando estamos indefensos y desamparados, es una situación abrumadora para cualquier persona. Cada uno de los tipos de personalidad, intenta defenderse de distintas maneras sobre la plenitud del darse cuenta de la inseguridad de su existencia. Cada tipo adopta diferentes estrategias para inflar el ego como si fuese una defensa en contra de la inseguridad y la soledad.

La paradoja es que no podemos hacer otra cosa sinó defendernos de la plena percatación de nuestra existencia. Los seres humanos están en peligro por el misterio de su existencia yá sea que lo afirmen con esperanza o lo nieguen con desesperación. Y sin embargo, si cada uno de los tipos de personalidad incide en inflar su ego y llevar sus defensas al extremo, se buscará su propia destrucción. Demasiada cancha por la vida, y corremos el riesgo de ser inmolados; y si es muy poca, nos destruimos desde adentro. ¡Demasiada libertad!, es tan amenazante como no tener nada de libertad. Cuando todo se ha dicho y hecho, la angustia existencial puede ser la respuesta adecuada para los seres que se percatan de su propia mortalidad. Como Moisés (PyB) ante la zarza ardiente, temblamos con terror al darnos cuenta de que finalmente estamos parados ante el abismo del ser.

Parece que hay una sola salida en éste acertijo: esperar a encontrar un sentido para nuestra vida, un sentido que se conecte con algo real más allá de nosotros mismos.

No obstante, estamos en la insoluble posición de tratar de encontrar un sentido para nuestra vida sin ser capaces de conocer nuestra vida en conjunto. No hay forma de saber con certeza cuál es ese sentido sin ser capaces de salirnos de nuestra vida para encontrar su contexto final. Pero el salirnos de nuestra existencia sólo puede ocurrir en el momento de la muerte, cuando ésta vida ha llegado a su fin. En ese momento, seremos aniquilados o nos daremos cuenta de que aún existimos. Si aún existimos, sabremos si nuestra vida ha llevado algún sentido y cuál es ese sentido. Gran parte del misterio y tragedia de la existencia ocurre porque quizás no podamos saber con certeza qué significa nuestra vida antes de ese momento decisivo.
A pesar de que el sentido último de la vida es algo misterioso, afecta a todos los momentos en que vivimos. Lo que creemos acerca del sentido de la vida influye en lo que valoramos.. y en cada elección que hacemos. Al considerar estas realidades, nos movemos de lo psicológico a lo metafísico, donde el contexto humano finalmente tendrá o no un sentido. Quizás la existencia humana sea un contexto final en el interminable reciclaje de materia y energía en un universo impersonal. O quizás, el último contexto de la vida humana sea personal, quizás Allah sea la razón de nuestra existencia. La verdad mientras estamos vivos, es averiguar esa verdad. Por ésto, es que el sentido de la vida siempre implica "fe", creer, o cómo cada cual lo llame.

No podemos vivir sin algún tipo de creencias. Si no tenemos fe en Allah, debemos tener fe en alguna otra cosa. Yá que no podemos vivir sin un sentido, sin consideración a algo fuera de nosotros mismos, inevitablemente creamos ídolos como sustitutos de la fe en lo trascendental y en el sentido que ello suple. Desde luego, que el ídolo universal es el orgullo, el ego inflándose a sí mismo, intentando ser la causa de su propio ser, tratando de encontrar su propio sentido dentro de sus propios recursos. Cada uno de los tipos de personalidad se ve tentado hacia una forma particular de orgullo como un modo de defenderse de las angustias involucradas en su existencia. La tentación es creer que su tranquilidad es un valor último, o creer en su propio poder, o que encontrará satisfacción en las posesiones materiales y en la seguridad proporcionada por los demás; creer también que su libertad es hacer lo que le plazca (y que eso) le traerá su propia excelencia con su propia importancia y rectitud. Si bien estas tentaciones son características de cada uno de los tipos de personalidad, también son todas nuestras propias tentaciones.

Hay una lección por aprender mientras buscamos legítimamente la felicidad yendo tras nuestra satisfacción personal, aunque con frecuencia, la buscamos equivocadamente llamando a puertas distorsionadas. Cada tipo de personalidad crea una profecía autocumplida, causando precisamente lo que más teme mientras pierde lo que más desea al buscar la felicidad. Si, cuando vamos en busca de la felicidad, inflamos nuestro ego a costa de valores profundos que no instruyen, podemos estar seguros de que vamos a fracasar en nuestra búsqueda por falta de humildad. La inflación del ego, a expensas de lo genuinamente bueno, es una tontería, que nos llevará a un laberinto de bienes aparentes, bienes falsos e ídolos. Cada tipo de personalidad contiene dentro de sí mismo una fuente de autoengaño que, si se emplea, inevitablemente nos desvía de la dirección de nuestra verdadera satisfacción y felicidad. Ésta es una ley irrevocable de la psique, algo de lo cual debemos convencernos si es que vamos a tener la valentía de buscar la felicidad en el camino y en el lugar adecuado en la manera adecuada.

El examinar cada uno de los tipos de personalidad en conjunto, nos enseña lo que podemos esperar si inflamos nuestro ego a expensas de otros valores. Al obligar a los demás a amarlos, ambos terminan siendo odiados. Al engrandecerse con la vanidad, terminan siendo rechazados. Al seguir exclusivamente sus sentimientos, terminan malgastando su vida. Al imponer sus ideas en la realidad, terminan estando fuera de contacto con la realidad. Al ser demasiado dependientes de los demás, terminan siendo abandonados. Al vivir para el placer, terminan estando frustrados e insatisfechos. Al dominar a los demás para obtener lo que desean, lo terminan destruyendo todo. Al acomodarse demasiado a los demás, terminan como cáscaras subdesarrolladas y fragmentadas. Al intentar ser perfectos sin humanidad, terminan pervirtiendo su humanidad. La salida de éstas inexorables conclusiones es.. convencerse de que sólo trascendiendo al ego podemos esperar encontrar la felicidad. Como siempre, lo ha reconocido la sabiduría, que el estar pero no estar es cómo encontramos la vida.

Así, es como se puede sacar una lección relacionada con éstos artículos, aquello que llamo: la ley de la justa retribución. No tenemos que esperar al castigo.. porque, inevitablemente, pagamos un precio por cada elección que hacemos. El precio que pagamos, bien puede no ser inmediatamente aparente, razón por la cual nos engañamos tan fácilmente en pensar que no habrá consecuencias por nuestras acciones. Pero el costo para nosotros siempre se paga en la clase de personas que llegamos a ser. Por nuestras elecciones, nosotros forjamos nuestro día a día, aunque ese futuro, resulte finalmente ser de felicidad o de infelicidad.
¿Cómo, entonces, podemos empezar a trascender el ego? ¿Qué nos podría motivar a hacerlo? ¿Cómo podemos saber lo que realmente nos hará felices?

La gente siempre busca lo que cree que será bueno para ella, aún cuando resulte que se ha equivocado en su elección. Algunas personas buscan riqueza, otras fama, otras seguridad, a medida que cada una desea poseer aquello que cree que le traerá felicidad. Pero a menos que encontremos lo verdaderamente bueno, buscando lo que realmente necesitamos, nos desviaremos hacia la búsqueda de lo que deseamos hasta distraernos con los meros bienes superficiales. Si las personas se contentan con superficialidades, convierten a esos objetos de sus deseos en ídolos que no les pueden satisfacer. Entonces sufren y se preguntan ¿por qué?

Lo extraño es que, como con nuestra búsqueda del sentido de la vida, estamos en la difícil posición de buscar lo bueno para nosotros sin tener un claro entendimiento de qué es. Cada uno de los tipos de personalidad tiende a buscar en los lugares equivocados o de las maneras equivocadas, o ambos, lo que cree que será bueno para él. Creen que serán felices si son amados (o adorados) por los demás; si son admirados por los demás; si pueden ser totalmente libres; si pueden tener certeza intelectual; si tienen seguridad absoluta; si pueden poseer todo lo que desean; si pueden salirse con la suya; si pueden fusionarse con alguna otra persona; y el Uno si que es perfecto. Todas éstas estrategias fracasan porqué sólo son bienes parciales que han sido elevados al grado de bienes primordiales en la vida. ¿Cómo, entonces, puede el círculo ayudarnos a saber lo que es realmente bueno para nosotros? La respuesta es muy sencilla: indicando que lo que cada tipo de personalidad necesita, genuinamente, se encuentra en la Dirección de la Integración. La dificultad es que antes de poder movernos en la Dirección de la Integración, primero debemos ser capaces de trascendernos a nosotros mismos. Debemos estar dispuestos y ser capaces de ir más allá del ego para alcanzar algo más, algún valor fuera de nosotros mismos. La trascendencia es difícil y atemorizante porqué exige meterse en un territorio desconocido, el sentir, el hacer y el relacionarse, de maneras ajenas a nuestra personalidad, contrarias a nuestros hábitos pasados, reñidas con nuestras antiguas actitudes e identidad, al haber empezado a superar las desventajas de nuestra niñez. En cierto modo, uno de nuestros errores, es pensar que el conocimiento se tiene que convertir en algo propio. ¿Quién creería que la felicidad se encuentra en la dirección de la trascendencia a menos que lo descubriera por sí mismo? Parece que necesitamos olvidar lo que requerimos para la felicidad hasta que descubrimos la verdad por nosotros mismos.

Según un proverbio, el camino más largo es alrededor del camino más corto a casa. Parece necesario tratar de descubrir el secreto, yendo a alguna parte, para aprender lo que [uno yá lo posee en el interior]. El sendero siempre te hace dar vueltas en círculo, de regreso al lugar en dónde uno ha estado parado.
Poniendo ésto en términos del círculo, el movimiento que hacemos en la Dirección de Integración nos hace dar una vuelta completa de regreso a nosotros mismos -"el camino más largo es rodear el camino más corto a casa". Nuestra satisfacción no está en la dirección de un sí mismo celosamente protegido, sinó en la dirección de la trascendencia a medida que aprendemos a hacer sitio dentro de nosotros mismos para el Otro. 

Siempre hay algo que, [las técnicas psicológicas dejan sin resolver], pues queda un descontento interno sutil, un "descontento divino"; pienso que es aquello que los místicos describen como el anhelo del alma por el favor de Allah; o como dijo un maestro: "Él nos has hecho para Sí Mismo, (por lo tanto), no podemos descansar para buscarle sobre ninguna bagatela."

Assalamo Aleikum.