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lunes, 6 de mayo de 2024

EL CONOCIMIENTO MARAVILLOSO. (Parte 2)

EL CONOCIMIENTO MARAVILLOSO. (Parte 2)
Decían que: En el fondo, la rectitud y la justicia provienen del derecho natural, y así desaparece toda obligacion de la ley positiva divina; porqué, (como acabamos de hablar en la parte 1), creían que esa ley positiva no les obligaba sinó en cuanto se colocaban bajo la autoridad de la Divinidad por la ley natural, y en cuanto la razón de esa sujeción precede a la ley positiva. Es, pues, de toda necesidad, que antes de que esa ley se admita como algo obligatorio, que se admita el bien y el mal proveniente de la naturaleza del hombre y de sus relaciones naturales con sus fines y con todos los seres. La justicia natural es anterior a toda ley positiva humana y  hasta la divina.
Más, al sostener la preexistencia de la ley natural a la ley positiva, jamás han dicho ni pensado lo que les hace decir el semiracionalismo de nuestros días, qué, por lo tanto, está visto que no han comprendido nada de ésta controversia. Jamás han dicho, jamás han pensado, que esa ley natural no tiene ninguna relación formal con la Divinidad y que la moral natural sería siempre obligatoria, aún cuando ellos crean que la Divinidad no existe.  
Para los doctores en teología católica, (esa moralidad de la ley natural que sirve de apoyo y de base a la obligacion), a la ley positiva de la Divinidad, sólo resulta de la conformidad o del desacuerdo de las acciones humanas con otra ley. Y esa ley es la Ley eterna, o la razón de la divina conciencia que se eleva como una voz que "me prescribe" con respecto a la Divinidad, la adoracion y la obediencia: con respecto a mis semejantes, el respeto a sus derechos con respecto a mí mismo y el aspirar a toda la perfeccion de que mí naturaleza es susceptible. De éstos principios, deduzco, todo lo que parecen encerrar; y que esa combinación de ideas, son de todas las maneras posibles bastante grecorromanas, aunque esa identidad, no les dará ningún lazo con la Divinidad y solamente se guiarán por una razón recibida y en el tiempo extinguida.

He ahí, pues, a ese placentero semiracionalista que se encuentra en medio de su conciencia, y por la voz que ella le hace oir, el conocimiento completo, el origen, la regla, la fuerza, la autoridad, la sancion de todos sus deberes. Es verdad que la elaridad con que esa voz le habla para enseñarle toda la perfeccion de que su naturaleza es susceptible, no le dispensa de la improba tarea de deducir sobre los principios que le predica lo que "parece" que ellos encierran (porqué esos principios, por lo visto no están muy claros). Es verdad qué, a pesar de la fuerza de esa misma voz, y de las deducciones de esos principios, les quedará siempre el penoso trabajo de combinarlas de todas las maneras posibles. Pero, tambien es cierto, que una vez logrado el poner en todas sus deducciones de identidad (compréndalo el que pueda), la fuerza que construye, y que las da autoridad a los ojos de su propia razón, tienen los días bien contados en ellas, y no necesitan ir a buscar otras partes más complicadas que sean una revelación positiva o que sean el complemento de sus conocimientos morales y la autoridad de su obligación. Luego, para ese semiracionalista al menos, el hombre, con sólo seguir su razón, yá puede alcanzar algunas verdades morales. Esa es precisamente la marcha que los racionalistas filósofos señalan al espíritu del hombre para crearse una ley fuera de Allah. Pero he aquí, que aún existen otras aserciones del mismo género, todavía más inmorales y blasfemas.
(En un curso de filosofía, se les hace estudiar a los jóvenes sobre el semiracionalismo.. para aquellos que se dedican a una carrera eclesiástica, y se encuentran éstas proposiciones, que traducimos literal y fielmente del latin y dice así: "Se entiende por ley natural la obligacion impuesta al hombre, y procedente de la naturaleza de las cosas mismas, por la cual estamos obligados para hacer lo que es esencialmente bueno, y a abstenernos de lo que es esencialmente malo. -Existe entre el bien y el mal moral una diferencia esencial, proveniente de la naturaleza de las cosas mismas. -Es cierto que de la existencia de esa diferencia esencial entre el bien y el mal nace la obligación de obrar, según la naturaleza de las cosas. -La existencia de la ley natural se establece independientemente de la existencia de Dios. Para crear la obligacion basta la razón natural, y no es de modo alguno necesario el reconocer la EXISTENCIA DE UN SER SUPERIOR AL HOMBRE que le manda obedecer a la razón.") Osea, la perfidia pura en la misma puerta de la escuela.

En otro de los cursos de la referida escuela, se encuentra expuesta la misma doctrina en éstos términos: "La obligacion nace PRINCIPALMENTE Y ANTE TODO de la honradez misma. -La ley natural es la ley cuyos preceptos se derivan de la naturaleza misma de las cosas. -LA VOLUNTAD SOLA DE DIOS NO PUEDE PRODUCIR LA OBLIGACION. (¡Pobre de la Divinidad!)-La diferencia entre el bien y el mal debe buscarse en la naturaleza misma de las cosas.." (fin de la cita.)
Así pues, para esos extraños profesores católicos, la existencia de la ley natural es independiente de la existencia de Dios, y miéntras la razón natural basta para crear la obligacion, la VOLUNTAD SOLA DE DIOS NO PUEDE PRODUCIR ESA MISMA OBLIGACION. Ésto, (como se puede observar), es una repetición descarada e imprudente llena de los comentarios, sobre las absurdas, y hasta impías, palabras del Grocio: Hæc vera essent etiamsi Deus non existeret. Y lo que todavía es más sensible, ese lenguaje, completamente pelagiano y materialista, quitando a la ley natural toda sanción divina, destruyendo toda obligación formal y trastornando las verdaderas bases de toda moral; ésto, no es más que el desarrollo y la apología del pensamiento fundamental y sacrílego del racionalismo filosófico: pensamiento, que no tiene otro objeto que el colocar en el hombre mismo el principio de toda ley, de toda religión, de todo el progreso, y el de expulsar a Dios del mundo científico, del mundo moral y del social, para poder despojarle tambien del mundo físico, es decir, de todo el universo creado por Él y proclamar luego al ateismo, como la única y verdadera religión de la moral. Así, atribuyendo al hombre aislado, fuera de toda revelación y de toda tradición, el poder de crearse la moral, no es asombroso que por conducto del célebre señor catedrático que hemos citado antes, ¿el semiracionalismo haya atribuido también al hombre, en la misma condicion, el poder de creerse un dios?

Algunos recordarán, que el fogoso racionalista aleman Fichte, decia un dia a sus discípulos: Os invito a que vengais mañana a oir de qué modo el hombre crea a dios; porqué mientras el Catolicismo se contenta con recibir las migajas, con explicar las que ha recibido, y procurar comprenderlas y enterarse de ellas, el racionalismo tiene la pretension de formar verdades, crearlas y fabricarlas. Fabricantes de errores. Pues bien: éste profesor, semiracionalista sin duda, ha querido hacer la misma invitacion a sus discípulos, porqué un dia les dijo: Vamos a pedir un dios al alma; queremos elevarnos a la pura concepcion de la divinidad: sin esperar jamás comprender a un Dios, lo que queremos es concebirle.

La Verdad, es que los racionalistas filósofos no los aborrecen más que en lo íntimo de su corazón, que no los hieren sinó acariciándolos y que los combaten prodigándolos en elogios. Pero esa circunstancia no redunda ni en su ventaja ni en su gloria; esa circunstancia prueba además qué, si son algo, no son más que racionalistas que juegan a la revelación, y que con respecto a sus doctrinas filosóficas tienen más afinidad con los filósofos que con los seguidores cristianos católicos.
Y no se diga qué, reconociendo únicamente a la razón aislada, el poder de elevarse, no a todas, sinó sólo a algunas verdades, los racionalistas católicos ponen un abismo entre ellos y los racionalistas filósofos. Desde el momento en que reconocen en la razón aislada semejante poder con relación a ciertas verdades, no tienen yá derecho para negarla ese mismo poder con relación a todas las verdades esenciales del orden intelectual y moral, que nunca están fuera del alcance de LA RAZÓN NATURAL. Al convenir, en parte, con el principio del racionalismo filosófico, de que el hombre, originariamente en el estado de bruto, se ha elevado por sólo sus esfuerzos a la dignidad y a la perfección del hombre, yá no tienen el derecho de rechazar ese mismo principio, en toda su espantosa integridad. Son, pues, verdaderos racionalistas filósofos, y no se diferencian de éstos últimos, como lo han dicho ellos mismos. Qué pena.

EN EL OTRO LADO.
Los ángeles, que en virtud de la perfeccion de su naturaleza poseen perfectamente el conocimiento de la verdad inteligible, y no tienen la necesidad de sujetar una cosa conocida por otra que es desconocida, yá que conciben simplemente y sin discutir la verdad de las cosas. Pero los hombres no llegan al conocimiento de la verdad inteligible sinó procediendo o discurriendo de lo conocido a lo desconocido, y por eso son llamados racionales.

El raciocinio es, pues, el movimiento del espíritu; es decir, que es, con respecto a la intelección o inteligencia, lo que es el movimiento con respecto al reposo. En efecto, el primer paso de todo el movimiento procede siempre de un estado de inmovilidad, y termina en el estado de reposo, del mismo modo, todo el raciocinio humano que se dirige al descubrimiento o la adquisición de alguna verdad, comienza siempre por ciertas cosas simples comprendidas, como los primeros principios, y luego desde allí, como por medio de juicio, resuelve sus conclusiones en sus principios para examinar lo que ha encontrado, y la razón vuelve a aquellos mismos principios, se fija y reposa en ellos.

El primero de esos principios, en el orden analítico, es que una misma cosa no puede ser y no ser a un mismo tiempo.. A diferencia del poder infinito, del poder increado de Allah, que es el único que puede dar el ser a lo que no es, y por consiguiente, puede hacer las cosas de la nada. El poder finito, el poder creado del hombre, no puede dar más que otro modo de ser, otra forma a lo que yá es; pero no puede dar para nada el ser primero, el fondo del ser; y en el orden puramente intelectual, más de lo mismo que en el orden físico, no puede hacer nada de la nada.

Semejante al estatuario, (como yá hemos dicho en algún artículo), que cualquiera que sea su habilidad, el hombre no puede formar estátuas sin tener arcilla o las materias necesarias, como el yeso, mármol, madera o metal, y que el entendimiento humano no puede formarse la idea o la concepción general de una cosa sin tener en la imaginación al fantasma de la fantasía o la imágen de aquella cosa.. y cuán menos, darle vida a esos materiales.

(Continuación parte 3)