SOBRE VARIAS ETAPAS DE LA VIDA CONTEMPLATIVA.
Hemos visto que el goce puramente espiritual supera yá en ésta vida a todas las demás satisfacciones sensuales y materiales, pero sólo alcanza su perfección completa en la otra vida a través de la dicha celestial que proviene de la contemplación. El revestimiento de Allah y su ser. Ahora vamos a examinar algunas etapas que conducen al hombre en ésta vida hacia ésta sublime meta.
Avicena, nos hablaba en su obra, sobre el primer intento de descripción de la vida contemplativa de los sufíes orientales, que no ha sido superada por ninguno de sus sucesores. Dada la importancia del tema, Avicena inicia éste capítulo con las palabras místicas, dirigidas a sus lectores, que hemos tenido oportunidad de citar y también de explicar en algunos artículos. Y si os ha llamado la atención la historia de Salomón, (por ejemplo), os convenceréis de que Salomón representa la razón ordinaria de la "vida humana", y que el "Absal" os indica la especulación divina, <iluminada por Allah,> aunque sin embargo, muchos sois de los confesores de la verdad. Preparaos, pues, para hacer frente a éste problema, si tenéis fuerzas para ello.
1) Solemos distinguir en la vida terrenal tres especies de hombres: el celoso (en árabe: ez-záhid), que renuncia a toda la relación con el mundo; tiene la observancia rigurosa del culto externo; el adorador de Allah, (en árabe: el-ábid), y finalmente el conocedor íntimo de Allah, o el que pone toda su atención en tratar de penetrar en el reino de Allah, y atraer de allí luz celestial (en árabe: el-drif). Bien.. Mientras que los dos primeros grados, separados del último, nos ofrecen sólo una especie de trayecto donde se busca ganar en la vida futura aquella recompensa de las obras que se han hecho en la vida terrenal, pero solamente el último tiene por objeto dominar las fuerzas sensibles e imaginativas del hombre para alejarlo de toda la vanidad mundana y llevarlo a la verdad y/a Allah; entonces su interior será accesible a la divina inspiración e iluminación de lo alto, de modo que adquirirá gradualmente la facultad de elevarse, cuando su alma lo demande, hacia la luz divina sin ser perturbado por pensamientos mundanos; finalmente, todo en él pertenecerá al dominio de la santificación.
2) Pero, para justificar ésta clasificación de los hombres, debemos dar una explicación preliminar: el hombre sólo puede desarrollarse en una sociedad donde uno es responsable de proporcionar al otro las cosas necesarias para la vida, por ejemplo, alimento, vestido, etc.; y ésta sociedad necesita estar respaldada por las leyes. Sin embargo, las leyes particulares nunca son suficientes para abarcar todos los casos especiales en número infinito, debe haber un principio común que imparta una dirección general. Osea.. gemir en todo el conjunto; es ésta fuente <a la que llamamos ley divina> o revelación de Allah la (Shari'a). Ésta ley supone por su parte la existencia de un legislador, dotado de la autoridad divina, suficiente y necesaria para hacerse obedecer y que le será dada por dones particulares que exceden a las fuerzas ordinarias del hombre. Éste legislador, dotado del poder de la palabra y de la acción, es el hombre-profeta. Pero la multitud es ignorante y débil, y ponen sus fines egoístas por encima del bien general y se oponen a ésta ley, que necesita ser de continuo advertida de la retribución que le espera en la próxima vida, de acuerdo con las enseñanzas de la ley revelada; éstas advertencias le son dadas por las prácticas del culto externo, por ejemplo: la oración prescrita a ciertos intervalos, el ayuno, etc., etc.; es por tanto el profeta quien tiene la misión de recordar al pueblo la unidad de Allah, su santidad, la retribución de la otra vida, la necesidad de practicar la observancia del culto externo y la obediencia a las órdenes de Allah. Todo ésto fue así instituido desde la creación del universo por la eterna Providencia; a los que han obedecido los mandamientos de la ley, Allah les ha asegurado recompensa en éste mundo y en el venidero; además, a los que buscaban penetrar en su ser, les prometía la perfección que se obtiene por la purificada contemplación de su esencia divina. ¡Admira entonces primero la sabiduría divina que estableció el orden del universo, luego su gracia que distribuye abundantes recompensas a sus adoradores, y finalmente su bondad infinita que otorga la eterna bienaventuranza de la contemplación divina a quienes lo conocen en espíritu! - Sólo él es el verdadero adorador de Allah (el-drif) que no conoce otro objeto de su adoración más que el Ser divino, y no se mueve ni por la esperanza de las recompensas ni por el miedo a los castigos, de lo contrario, estos motivos tendrían la preponderancia, y Allah sería la meta secundaria. Los observadores de las leyes del culto exterior y creyentes celosos, aún teniendo otro fin que no sea sólo Allah, renunciarían a todo goce mundano, pero serían, sin embargo, en cierto modo dignos de lástima, pues la pura contemplación de lo absoluto les prohibe tal acercamiento, yá que su aspiración de conocer al ser supremo se mezcla siempre con los deseos mundanos; su relación con los iniciados de Allah es, más o menos, la de los jóvenes con los hombres maduros. Los que rechazan todo deseo de superación y, contentos con los goces mundanos, se asombran de los hombres serios y graves con principios muy contrarios, y, ciegos a la belleza divina, extienden sus manos tras toda clase de goces mundanos; aunque a veces renuncien al mundo, es difícilmente y/a lo sumo con la esperanza de poder obtener goces de naturaleza igualmente grosera después de la muerte. Les está prohibida toda elevación del espíritu hacia Allah, mientras que sólo el hombre dotado de sagrada aspiración conoce el verdadero goce, y, no le hace falta estar mirando siempre hacia arriba, o mirando con piedad a éstas pobres y descarriadas criaturas, aunque hubiera obtenido la plena recompensa reservada por la ley a una vida intachable y bien reglamentada.
3) El primer paso del verdadero adorador de Allah se llama fuerza de voluntad. Por ella, quien está convencido de la verdad suprema, ya sea por pruebas evidentes o por la fe en la autoridad de los santos consejos, sabe cómo controlar su alma dirigiéndola hacia Allah para obtener la unión íntima con Él; la persona que ocupa éste grado se llama 'Murid'. A la segunda etapa se llega con una preparación del alma destinada a remover de ella los obstáculos externos que le impiden seguir el camino de la santificación y purificarse de todas las impresiones sensuales, para finalmente hacerla susceptible a la perfección operada por la Gracia divina. Esta preparación se realiza de diversas formas: por la abstinencia, por las suaves y persuasivas palabras de advertencia, emanadas de una pura y sólida convicción; finalmente, el tercero apunta a liberar el pensamiento de todo el peso del cuerpo, y devolverlo enteramente al amor espiritual que busca penetrar la esencia del objeto amado, muy diferente del amor sensual, fuente de perdición. El iniciado, habiendo llegado a éste grado por voluntad y por éste modo de operar sobre el alma, se vuelve de vez en cuando capaz de recibir destellos de luz divina, que, según su receptividad, se hacen cada vez más frecuentes. Éste estado, el tercero, se denomina con el término técnico de tiempo, según el dicho del profeta: A veces me sucede un tiempo de intimidad con Allah, en que nadie, ni ángel querubín, ni profeta enviado de lo alto, se apodera de mí..). Cuanto más profundiza en éste estado, más capaz se vuelve de recibir iluminaciones de lo alto "incluso" sin preparación previa; abandonando la vista material de los objetos, y entonces contempla por todas partes la luz de Allah; éste es el cuarto estado. Puede, sin embargo, ser descarriado por sus propias visiones y parecer a la gente de su entorno como abrumado por la preocupación y el temblor del cuerpo, que sin embargo cesará al entrar en el quinto estado, de manera gradual y por hábito. Entonces su condición cambiará a una perfecta tranquilidad y dará paso al sexto estado, llamado en árabe “Sakina”. El relámpago instantáneo se transformará allí en llama iluminadora, su intimidad con Allah se estabilizará, el resplandor divino lo regocijará y el cese del éxtasis lo afligirá. Luego, habiendo llegado al séptimo estado, a la contemplación de la verdad o de Allah, es llevado fuera de sí mismo y, aunque se lo vea frente a él, su ser está como ausente. Luego, habiendo alcanzado el octavo estado, su condición se le hace fácil y familiar y depende de su voluntad para realizarla, para ascender de éste mundo imaginario y falso a la morada de la verdad o Allah. Después de haber pasado éste grado, su estado yá no depende de su voluntad, sinó que mirando los objetos mundanos, ve en ellos sólo a Allah; su contemplación se hace estable y continua, y se encuentra en el noveno estado, de donde pasará al décimo. Entonces, su alma se convertirá en el espejo de la divinidad, el reino eterno se reflejará en él y los goces de lo alto se extenderán sobre él. Al contemplar su propia alma, contempla allí a Allah, y se encuentra perpetuamente movido de uno de estos puntos al otro. Finalmente llegará al último grado, el undécimo estado o contemplación permanente; es allí donde perderá el conocimiento de su propio ser y ya no tendrá consideración por su alma sinó en la medida en que contempla a Allah en plena identidad con él, y yá no es un objeto extraño para él.. que será iluminado de vez en cuando sólo por la Gracia divina. Aquí él está en completa unificación con Allah.
4) Así tenemos tres etapas esenciales en el desarrollo del iniciado sin valor real en sí mismas, pero necesarias para guiarlo hasta el último grado, que es el de la unificación completa. El primero, realizado por la voluntad de entrar en el camino de la santificación con la ayuda de la ciencia o la fe, tiene sólo el carácter de una abstracción del alma del lado del absoluto; el segundo, realizado por el ascetismo y otros medios externos para someter el alma refractaria a la razón, tiene el carácter de impotencia. La tercera, el goce que siente el alma de su santificación adquirida, aunque tiene cierta realidad, no es más que un deambular del alma entre la conciencia de sí misma y de Allah, mientras que la entera absorción del alma en el Uno y el Absoluto solo constituye la salvación suprema. También es necesario que el verdadero iniciado, después de haber comenzado por la ciencia divina a discernir y rechazar todo lo que se le opone, y continuado hasta la obliteración en el abandono de su propia conciencia, penetre todavía más en la totalidad de los atributos de Allah para asimilarlos a los suyos de la propia alma y llegar a la absoluta unidad y quietismo en Allah. Por el contrario, mientras haya alguna diferencia entre el conocimiento y el objeto del conocimiento, no habrá adquirido unidad y absorción en Allah, sinó que está en un estado de dualismo. Sin embargo, éste último grado de unificación (denominado técnicamente el “Embellecimiento del alma” y que es "opuesto al despojo” único de todo deseo mundano), está más allá de toda descripción y solo puede ser revelado por la alegoría; que el que desea saberlo se une al número de iniciados que han alcanzado éste fin supremo, pero que de ningún modo se confía en las tradiciones orales.
5) Después de haber tratado el desarrollo gradual del teósofo, al final diremos algunas palabras sobre las cualidades que muestra en su trato con el mundo. Es siempre afable, y el hombre superior y alto no le tiene más consideración que el personaje inferior y bajo, porque está convencido de que todo el mundo, siendo nada más que vanidad, es igual ante Allah. Aunque antes de su completa unificación no podía soportar la más mínima distracción de las cosas de éste mundo, habiendo llegado a éste estado, por el contrario, está protegido de todo problema, e incluso posee la fuerza suficiente para interesarse en él; sin embargo, evita interferir en lo que no le concierne, y no se deja llevar por la ira contra los actos pecaminosos, sinó que, considerando el misterio de Allah que está conectado con el Destino, se compadece de las pobres criaturas y da sus advertencias con suavidad y mansedumbre; a veces, incluso cuando ve el bienestar en abundancia, guarda silencio con respecto a aquellos que no son dignos de él. Es valiente y no teme a la muerte; es generoso, y yá no ama las vanidades del mundo; perdona voluntariamente a los demás y no guarda rencor; su alma, preservada del pecado, sólo se preocupa por Allah. Siéndole indiferentes las condiciones de existencia, a veces prefiere la pobreza y la dureza de la vida, sugiriéndole su alma el desprecio por todo menos por Allah; a veces, en relación con el mundo exterior, se aferra a la opulencia y los honores, considerándolos como dones de la Providencia y asimilándolos al esplendor divino, fin supremo de sus aspiraciones. Esta variabilidad se encuentra en distintas personas y en un mismo individuo, según el entorno, el tiempo y las circunstancias. Atraído únicamente por el reino celestial, a veces parece que evade las rigurosas exigencias de la ley mundana; sin embargo, no es culpable, yá que ya no es responsable de sus acciones; la responsabilidad es del único que se ha sometido a la ley después de haberla entendido, o que se ha hecho culpable por no haberla entendido, mientras que él mismo ha perdido toda conciencia. En general, sin embargo, debe notarse que la verdad absoluta o Allah no es el abrevadero de todo ir y venir, ni se manifiesta igualmente a todos, y que la revelación de la verdad se concede sólo a los únicos elegidos. También la doctrina que acabamos de exponer en éste artículo podría ser el hazmerreír de los indiferentes, al mismo tiempo que serviría de advertencia para los iniciados; ¡Si alguno siente aversión por ésto, que examine su interior y vea si posee la receptividad necesaria! Sólo al que está bien dispuesto y despierto, todo le es fácil).
Assalamo aleikum.
Pv.Av.