EL TEMOR AMOROSO. (I° Dinámica).
Hemos visto lo que es la servidumbre y el comportamiento que debemos de tener ante el señorío creacional. Pero la servidumbre, es también una auto-con-ciencia, y debemos de pararnos para considerar ahora lo que es en y para sí misma. Primeramente, para la servidumbre, el Señor es la Esencia; por lo tanto, la verdad es, para ella, la conciencia independiente y que es para si, pero ésta verdad para ella no está todavía en ella. Sin embargo, la tiene en ella misma, (de hecho), ésta verdad está desde la pura negatividad y del ser para sí, pues la ha experimentado en ella misma.. [y faltando la purificación], ésta esencia está sin refinar. En efecto, ésta conciencia se ha sentido angustiada no por ésto o por aquello, no por éste o por aquel instante, sinó porque su esencia "entera" está sin purificación, pues ha sentido el miedo de la muerte. Ello la ha disuelto interiormente y la ha hecho temblar en sí misma, la ha hecho estremecerse por cuanto había en ella de fijo. Pero éste inovimiento universal puro, la fluidificación absoluta de toda subsistencia, es la esencia simple de la autoconciencia, y es en parte negatividad, el puro ser para sí, que es así en ésta conciencia. Éste momento del puro ser para sí, es también para ella, pues en el Señor dicho momento es Su objeto. Además, aquella conciencia no es solamente ésta disolución universal en general, sinó que en el servir la lleva al efecto realmente; y al hacerlo, supera en todos los momentos singulares en su supeditación a la existencia natural y la elimina por medio del trabajo.
La formación cultural.
Pero el sentimiento de la potencia absoluta en general y en particular es el del servicio y es solamente la disolución en sí, y aunque el temor amoroso al Señor es el comienzo de la sabiduría, la conciencia es en ésto para ella misma y no el ser para si. Pero a través del trabajo, (ejercicios espirituales), llega a sí misma. En el momento en que corresponde a la apetencia en la conciencia del Señor, parecía tocar a la conciencia servidora el lado de la relación no esencial con la cosa, mientras que ésta mantiene su independencia. La apetencia se reserva aquí la pura negación del objeto y, con ella, el sentimiento de sí mismo sin mezcla ninguna. Pero ésta satisfacción es precisamente por ello algo que tiende a desaparecer, pues le falta el lado objetivo o la subsistencia. El trabajo, por el contrario, es apetencia reprimida, desaparición contenida, el trabajo es formativo y purificador. La relación negativa con el objeto se convierte en forma de éste y en algo permanente, precisamente porque ante el trabajador el objeto tiene independencia. Este término medio negativo o la acción formativa es, (al mismo tiempo), la singularidad o el puro ser para sí de la conciencia, que ahora se manifiesta en el trabajo fuera de sí y pasa al elemento de la permanencia; la conciencia que trabaja llega, pues, de éste modo a la intuición del ser independiente como de sí misma.
Ahora bien, la formación no tiene solamente ésta significación positiva de que, gracias a ella, la conciencia servidora se convierte, como un puro ser para sí, en lo que es, sinó que tiene también una significación negativa con respecto a su primer momento, al temor. En la formación, la propia negatividad, de su ser para sí, sólo se convierte para ella en objeto en tanto que supera la forma contrapuesta que es. Pero éste algo objetivamente negativo es precisamente la esencia extraña ante la que temblaba. Pero, ahora destruye éste algo negativo y extraño, se pone en cuanto tal en el elemento de lo permanente y se convierte de éste modo en algo para si mismo, en algo que es para sí. En el Señor, el ser para sí es para ella un otro o solamente para ella; en el temor, el ser para sí es en ella misma; en la formación, el ser para sí deviene como su propio ser para ella y se le revela a la conciencia como es ella misma en y para sí. Por el hecho de colocarse hacia afuera, la forma no se convierte para ella en algo otro que ella, pues ésta forma es precisamente su puro ser para sí, que así se convierte para ella en la verdad. Deviene, por tanto, por medio de éste reencontrarse consigo misma, en una vía de sentido propio, precisamente en el trabajo, (ejercicios espirituales), en que sólo parecía ser como un sentido extraño. Para ésta reflexión son necesarios los dos momentos, tanto el del temor y el del servicio en general como el de la formación, (y ambos), de un modo universal. Sin la disciplina del servicio y la obediencia, el temor se mantiene en lo formal y no se propaga a la realidad consciente de la existencia. Sin la formación, el temor permanece interior, mudo y la conciencia no deviene para ella misma. Si la conciencia se forma sin pasar por el temor primario absoluto, sólo es un propio sentido vano, pues su negatividad no es la negatividad en sí, por lo cual su formarse no podrá darle la conciencia de sí como la de la esencia. Y si no se ha sobrepuesto al temor absoluto, sinó que solamente es una angustia cualquiera, la esencia negativa seguirá siendo para ella algo externo, y su sustancia no se verá totalmente contaminada por ella. Si todos los contenidos de su conciencia natural no se estremecen, ésta conciencia pertenece aún en sí al ser determinado; en el sentido propio, es una obstinación, una perseverancia, una libertad que sigue manteniéndose dentro de la servidumbre. Y, del mismo modo que la pura forma no puede devenir en esencia, tampoco ésta forma, considerada como expansión más allá de lo singular, puede ser una formación universal del concepto absoluto, sinó una habilidad capaz de ejercerse sólo sobre algo, pero no sobre la potencia universal ni en la esencia objetiva total.
Assalamo aleikum.