Assalamo aleikum.

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lunes, 2 de septiembre de 2024

DE LOS VELOS A LAS FRONTERAS.

DE LOS VELOS A LAS FRONTERAS.
Todo comienzo tiene detrás una decisión personal del ejercitante que acepta entrar en un período en el que la búsqueda del Creador va a imponer, (no solamente tiempos consagrados para el nexo), sinó también el sometimiento a un itinerario cuyas etapas y exigencias son todavía desconocidas. Ésta decisión es tomada después de los encuentros con el acompañante (Shaykh) y de acuerdo con aquellos prójimos que han de solidarizarse necesariamente con dicho proceso. Es posible que sea una decisión todavía muy irreal, a base de una voluntad demasiado tensa y sostenida por un ambiguo deseo de solucionar todos los problemas interiores. Es, en todo caso, un primer acto que compromete la conciencia y puede, a su nivel, ser considerado como un comienzo.

Éste acto tiene como consecuencia inmediata una práctica nueva y regular de la oración: para eso es necesario que el ejercitante encuentre el tiempo necesario, lo que supone un número no despreciable de opciones mínimas, en el seno de la vida diaria; es necesario también determinar el punto de partida para cada oración, así en lo que se refiere al tema o al texto, como en lo que expresa la actitud espiritual y la Gracia que ha de ser pedida. Para no ser atropellado por las dificultades exteriores o por los primeros descubrimientos de las alegrías o de las pruebas de la oración, hay que tener en cuenta el realismo en lo que es posible, lo que es percibido como una ayuda o un obstáculo y, pronto, las continuidades o alternancias que aparezcan a medida que la oración se estabiliza y se desarrolla. Lo mismo se diga de las ocasiones para pasar de una resolución o de un programa a las opciones, que marcan yá una sumisión a los ritmos y/a los impulsos interiormente experimentados.

La introducción de éste caso de la oración provoca lentamente una especie de fluctuaciones en el interior de la vida diaria. Los acontecimientos, los encuentros, la contemplación, las reacciones de la sensibilidad, el diálogo con los seres amados o evitados, se convierten en otras tantas cuestiones planteadas a la fe y/a la vida con la fe. Se podría hablar de un "despertar" objetivo; donde la jornada discurría entre las sencillas evidencias de una existencia humana, el ejercitante percibe que los diversos acontecimientos que está viviendo, incluso en mínimos, toman un nuevo sentido y que éste sentido es revelador de la acción Creacional en él. Aprende a "discernir", es decir, a distinguir, a través de la variedad de los movimientos interiores que lo animan, lo que le fortifica de lo que le debilita, lo que le abre a la caridad de lo que le repliega sobre sí mismo.. está atravesando velos, pero que no son fronteras disuasorias.

En una jornada de trabajo (con los ejercicios espirituales en calma) llega a plantearse cuestiones diversas: ¿Qué "peso" específico se puede atribuir, delante de Allah, a tal o cuál decisión tomada anteriormente?. ¿Qué sentido tienen el retorno de ciertos estados interiores, que se están repitiendo y manifestando con una inclinación significativa? ¿Qué valor se le puede atribuir a una resistencia si persiste? Pero la respuesta a tales preguntas, aún cuando estén enraizadas en una verdad psicológica sobre una evolución humana, es una respuesta de la fe. La verdadera cuestión sería la siguiente: si al hilo de la vida del hombre o de la mujer, ¿cómo nos conduce Allah?, y la respuesta se va descifrando lentamente, a lo largo de los días, con una nueva lectura de todos esos acontecimientos aparentemente banales en los que se revela el impulso del Espíritu Creador. ¡Despertar! decíamos, pero estamos tratando con frecuencias de experiencias muy fuertes que parecen tan nuevas que el ejercitante tiene el sentimiento de que su vida se pone en marcha y de que los ejercicios encuentran inesperadamente su verdadero "comienzo". Y, efectivamente, se trata de un comienzo en la medida en que se pasa de una vida dominada por las preocupaciones y lo negativo a lo bueno y objetivo, en una vida, en donde se experimentan los efectos de la acción interior de Allah a través de toda la vida.

El hábito del discernimiento brota, naturalmente, desde la misma oración con la "concentración". ¿Cómo no elevar a la oración como el fruto de lo que ha sido percibido como un signo luminoso en medio de la oscuridad, por la presencia activa de Allah? El interior adquiere entonces una nueva especie de actualidad iluminadora de la vida cotidiana. La actitud de la oración se hace más humilde, y de repente más abierta a la acción del Espíritu, en la quietud que se abre desde la pasividad del esperar. Los movimientos percibidos en la oración, continuados de oración en oración, trazan una especie de línea, o más bien una historia de tiempos y de ritmos significativos de la acción de Allah. Y ésta significación con seguridad estará muy fuertemente vinculada a los tiempos y/a los ritmos percibidos en el discernimiento a través de la vida espiritual.

Todo éste internarse en el camino "espiritual" exige, yá se ve, una primera andadura que no sería prudente dejar pasar. Es un período de descubrimiento, o de redescubrimiento, de los elementos fundamentales de la relación viva con Allah. Es entonces cuando el ejercitante, sin teoría y casi sin reflexionar en ello nocionalmente, comienza a sentir por experiencia que su vida espiritual no está al otro lado de su vida psicológica, sinó que es ella la que le descubre su sentido, y que la Voluntad de Allah se revela en el interior mismo de su voluntad humana, purificada y capacitada. 

La distancia prudente.
En el curso de los días o (de las semanas) en que el ejercitante vive así en oración y en discernimiento, conducido sin cesar a la verdad total por la presencia estimulante y, (por así decir), correctora de la realidad de su vida, se nota que se opera en él una especie de distancia prudente, que podría quizá explicarse situándola en varios planos. La distancia entre el ser y la acción; ésta no agota todas las fuerzas y no se cotiza yá por el sólo juicio de su eficacia. La distancia entre el deseo esencial que lleva el alma hacia Allah y la multiplicidad de los deseos particulares que lo fragmentan. La distancia entre las personas o las cosas, todavía objetos de codicia, y éstas mismas personas o éstas mismas cosas convertidas yá, dentro de la experiencia de su presencia que continúa, en signos de otra presencia (la del Espíritu) que está dentro de todo lo creado, (al mismo tiempo), las llamadas a la donación de sí y al amor surgen. La distancia, en fin, para establecer, entre todos los sentimientos interiores, con un cierto "orden", que los relaciona unos con otros, un apaciguamiento que aminora las oscilaciones extremas (sobre todo en lo que atañe a los temores, y/a los impulsos demasiado apasionados, a los escrúpulos, a los múltiples deseos), un alivio y una aceptación más tranquila ante el campo de las motivaciones inconscientes que comienzan a aparecer.

Comprenderíamos mejor ésta distancia diciendo que ella es una ocasión de reconocer fundamentalmente que otro, dentro de nosotros, conduce nuestra vida. Es la fuerza de nuestro dinamismo de quien recibimos sin cesar nuestra existencia, bajo todos los aspectos, en nuestro corazón y en nuestra historia.. Allah ta'ala es el movimiento eterno. El ejercitante pasa del mundo poseído al mundo recibido, de su vida, amada por sí misma, a su vida hecha signo y lugar de la presencia de Allah, que le acompaña constituyéndole en su ser. En un primer nivel se experimente el velo de la "nada" delante del "todo", es decir: que la realidad de la vida de cada día no le pertenece yá, cualquiera que sea la herida que ésto puede momentáneamente provocar en su sensibilidad, sinó que es el medio de una adhesión y de un adentrarse de manera progresiva en el ejercicio de la fe.

Cuando el ejercitante prosigue en tal experiencia, con todos los altibajos, los avances y las pausas que ella comporta, como toda experiencia verdadera, experimenta al mismo tiempo que Allah le hace salir del país de la ilusión al mundo liberado de la realidad, según la manera que él tenga de vivir éste aspecto de la verdad interior del momento), que Allah le hará pasar por el "desierto" (lugar de soledad, de confianza y de purificación).. ciertamente y, en fin, que Allah le hará entrar en la tierra protegida por derecho, que es otra tierra que ha dejado, pero que ahora le es "dada" por apercibimiento). ¿Es posible intentar ésta experiencia bajo los tres aspectos a la vez? Ciertamente sí. Precisamente, uniéndolos, es como se garantiza su verdad. El elemento de soledad, de ruptura, de desierto, no puede ser aislado de los otros, salvo pena de llegar a una experiencia truncada y perturbadora. En éstas primeras fases de búsqueda, el ejercitante llega inevitablemente al punto en el que "debe", a la vez, "renunciar", "confiarse y adherirse".

El acto de adhesión es entonces, sin duda, el que resume toda su fe: decir sí a Allah, que es el dueño de su destino y que yá suscita en él la respuesta. Cada uno llega aquí a su hora, después de una andadura. La vida, por decirlo así, ha cambiado de sentido (o sencillamente ha adquirido sentido), sin haber tenido que dejar, de manera física, su existencia familiar o profesional (retirándose para algún desierto o caverna). Se ha producido una ruptura con la vida, pero en ésta misma vida, es decir, en la realidad cotidiana se ha convertido en un lugar para la conversión del egoísmo por la caridad. La frontera se ha establecido y comporta en adelante un "dejar hacer" bajo la acción espiritual que sobrepasa en mucho al esfuerzo de la sola voluntad; es una paz en la confianza de cara al futuro. El discernimiento continuado de manera habitual afina cada vez más la mirada para reconocer los signos de Allah en nuestra historia humana.

Es el momento en que el ejercitante se encuentra en un estado de madurez para comprometerse plenamente con los ejercicios espirituales. Lo que acaba de ser descrito a grandes rasgos, expresa lo esencial de los preliminares a la experiencia de los ejercicios, que tienen que ser vividos con toda su fuerza. La decisión inicial del ejercitante, en la que la voluntad personal es predominante, da lugar a un nuevo comienzo, que se abre sobre una aventura espiritual cuyo principio mismo se diluye en "Aquel" que nos ha amado primero.

El comienzo es un don que Allah nos ofrece.
Sucede más de una vez que el ejercitante experimenta fuertemente la necesidad de una o varias jornadas de "retiro" en la soledad del Khalwa (Jalwa) especialmente cuando la experiencia le alcanza más profundamente en su afectividad). El fruto de ésto es con frecuencia muy precioso. Pero es necesario precisar bajo qué condiciones, porque ésta ruptura momentánea presenta varios riesgos que tienen que ser supervisados por el Shaykh. El parón súbito y completo de la actividad, el carácter un poco pragmático de un silencio propicio a sueños o/a falsas seguridades en sí mismo, la ausencia de lo real que constituye precisamente el lugar de la sola fidelidad.. son frecuentemente porciones que pueden causar molestias, más que de ayuda. En cualquier caso, si el ejercitante llega a una "ruptura del velo", que le abre a una auténtica experiencia, no será en razón de esos días de soledad, por muy fecundos que hayan sido por otra parte, sinó en razón de su caminar diario en la Espiritualidad que le lleva a "renacer de lo elevado". No hay otro comienzo más que éste: hay que volver a nacer de nuevo, reencontrar la fitrah dormida y ponerla en acción.. despertar de nuevo.

Assalamo Aleikum.