LA CONVERGENCIA Y LA DIVERGENCIA.
(Saber balancear)
No hay felicidad sinó está en posesion de la Verdad infinita.Ciertamente, hay un triste y lastimoso espectáculo digno de compasión, y es el de una criatura débil, ignorante, oprimida por la calamidad, que habiendo perdido de vista su verdadero destino, remueve con furiosa obstinacion éste fondo inmenso de miseria, para buscar en él su bien y su tranquilidad. Se verá a ésta desventurada criatura recorriendo el árido desierto de la vida, saltando de gozo y de contento con el hallazgo de los mas viles placeres, de la manera en que los salvajes más embrutecidos dan gritos de alegría, cuando van errantes y hambrientos por medio de los bosques y descubren cerca de ellos algunas frutas silvestres, o los restos asquerosos de alguna presa abandonada por las fieras.
Todas las teorías filosóficas sobre la felicidad, se reducen a los sistemas diversamente combinados y modificados; y por la razón indicada, en las acciones y los deseos del hombre separado del Creador, todo, en último resultado, se refiere y ordena al orgullo o al placer. Se ama con un amor infinito en lo que hay más íntimo y más grande en sí, (a saber), su pensamiento y inteligencia. Pero éste amor, lejos de hacerle feliz, le atormenta y le fatiga, porqué siendo evidentemente desproporcionado a su objeto, y pidiendo sin cesar un nuevo alimento, (que rara vez llega a obtener), y que jamás le sacia y satisface, le obliga a confesar su extrema indigencia, y/a pesar de sus repugnancias, le detiene y fija en el sentimiento penoso sobre su imperfeccion. El deseo de gloria, los empleos de gloria, los empleos y destinos, los honores, la pasion por las riquezas, cuando no tienen los placeres físicos cómo final ulterior; los enajenamientos y las delicadezas suspicaces de la sensibilidad, las mismas virtudes puramente morales no son sinó tentativas del orgullo, para alejar de sí éste sentimiento doloroso. (Y se me permitió hablar así, para reblandecer los corazones más traviesos). El hombre siempre se está esforzando
para alejar de sí éstos sentimientos dolorosos. Se esfuerza por suplir la perfeccion absoluta por una superioridad únicamente relativa. Engañado de ésta vana esperanza, el hombre trabaja para elevarse sobre sus semejantes en poder, en reputación, ciencia y riquezas, y no hay ventaja, por mezquina que sea, aún en lo corporal, en donde la vanidad no vaya al encuentro de los deleites y los placeres. Más aún, cuando se llegan a poseer todas éstas ventajas juntas, (pero todo ésto), sólo sería una más de las posesiones del hombre imperfecto y míserable, y el corazón no tardaría en pedirle nuevos bienes. He sido todo, (decia un emperador), qué desde la última clase del ejército, y desde la simpleza del soldado, había llegado a ser emperador, y ocupar el trono de los cretinos; yo he sido todo, y por la experiencia he visto que éste todo no sirve para nada. He aquí el resultado de tantos años de trabajo, y de una ambición afortunada. Recorred los otros campos de la gloria; preguntar a los filósofos y aquellos que dicen que son favorecidos por las musas, y dónde quiera que sea, sólo escuchas sus quejas amargas, llantos y gritos de dolor. Semejantes a los del monopolio del paganismo, a quienes la polilla atea y los gusanos roban en sus mismos
altares, entre el tedio, la zozobra, el disgusto y la aversion que despedazan en secreto esas almas soberbias, cuya fachada envidia el vulgo necio. Lo mismo podemos decir de las otras condiciones y estados, porqué el orgullo les alcanza a todos.. grandes, sabios e ignorantes, todos se fatigan y anhelan por ser bien admirados, para elevarse en el concepto de los otros, y en su propia imaginación. Casi todas las vanas ocupaciones de los hombres, no tienen otro fin: sólo por ésto, únicamente por engrandecer la idea que tienen formada de sí mismos, uno devasta, abrasa, asola toda la tierra, y otro se pasa la vida sólo en estudiar sobre sus producciones; aquél se encierra en su gabinete para escribir un libro, y éste puso un ladrillo, y otro va para hacer la guerra y matar a mil kilómetros de aquí, por obtener una medalla con un pedazo de cinta de color, qué ensalzándole en su propia estimacion, le distraerá, (a su parecer), de la memoria inoportuna de su miseria y de su nada. No tienen otro móvil esas opiniones ni tales diversiones frívolas, pues siempre buscamos ansiosamente en ellas un sentimiento de superioridad, (cualquiera que sea), que nos pueda ocultar nuestra imperfeccion real; y nuestro orgullo es a un tiempo tan desordenado e indigente, que cualquier cosa le sirve de pábulo y de alimento; la suerte de una carta, la vuelta favorable de un dado, y lo que sin horrorizarse, no se puede imaginar, hasta la separacion misma del Creador, y la pérdida de toda esperanza.
He aquí en lo que venimos a parar cuando empeñados en buscar en nosotros mismos la felicidad y nuestro bien, nos lisonjeamos de encontrarla en la tristeza de nuestra propia excelencia. Y cómo dónde no hay regla ni verdad, todo es un exceso y un desorden, en ésta especie de culto intelectual y de adoración, (que el hombre le tributa a su ego), lo que le conduce al desprecio excesivo del sí mismo. Fatigado por un trabajo sin fruto, sin ninguna utilidad, se abate y envilece tanto, cuanto antes se habia querido elevar. Desprecia, y desdeña su inteligencia, su razón, y la degrada hasta preferir el instinto de las bestias brutas. Le da un rostro, y reconviene de haberle engañado con promesas lisonjeras, buscando en adelante un bienestar, una felicidad independiente de su alma, pues ama en sí sus más ciegas sensaciones, según la profunda observacion de quién les ha estado observando, porqué tienen todo oscurecido por espesas tinieblas y, el entendimiento, lo han separado del Creador por la ignorancia que produce en ellos la ceguedad de su corazón sin iluminación ninguna, y se abandonan yá desesperados en la disolución de todas las obras de la impureza. Pero siendo mucho mayor aquí la desproporción entre el amor y su objeto, entre las facultades y los deseos, el hombre nunca es más miserable que cuando se abandona y se deja dominar por los sentidos. Todo el ser moral padece entonces, con la momentánea embriaguez del deleite o del placer, y sucede después repentinamente la turbación, el remordimiento devorador, con largas y dolorosas angustias.
Lo hemos dicho, los placeres físicos, cuando el hombre se apetece en ellos mismos, hace consistir en ellos la infelicidad, destruyen la inteligencia, el amor, y hasta el organismo mismo.. está pidiendo de los órganos un bien infinito o una inmutabilidad que le alejen de las profundas oscuridades desesperantes para activar una accion infinita; el hombre no puede trastornar las leyes fundamentales de su ser y romper el frágil instrumento que le fué dado para un fin bien distinto. Los filósofos materialistas, no ven en el hombre más que los sentidos, y muestran una aversión y un odio insuperable por la pureza y castidad, y ésto sólo basta para probar cuan perniciosa y falsa es su doctrina filosófica, aún considerada solo con respecto a la vida presente. Porqué la castidad con pureza, antes de ser un deber o una obligacion moral, es una ley de conservacion que la naturaleza impone a todos los vivientes; y si ella es también una obligacion para el ser moral, en parte es, porqué es una ley para el ser físico. Así es que los animales, si se exceptúan algunos cortos momentos destinados a la reproducción, son castos por su propio instinto, sin lo cual, hace mucho tiempo que las especies hubieran perecido por exceso y carencias de los recursos, y todos se habrian acabado. Lejos de que la
unión de los dos sexos tenga por fin el deleite o el placer, esté deseado y buscado como fin, contraria o directamente.. está en las miras de la naturaleza sobre ésta unión, y se encamina aún en alejar a un sexo del otro, introduciendo costumbres infames, harto comunes entre los antiguos, y que son aconsejadas por los filósofos de hoy día. ¡Qué criatura tan vil y despreciable es el hombre, si no conoce que hay en él alguna cosa celestial que lo eleva de éstas cosas materiales y sensibles!
Por poco que haya conservado, (yá no digo de conciencia), de gusto por la virtud, del respeto de sí mismo, sinó únicamente de prevision y de razón, nunca jamás se ha oido que hombre alguno haya llegado a engañarse hasta el extremo de poner la felicidad en una pasion brutal, que tarde o temprano conduce al último exceso de la miseria, el envilecimiento y la degradación. ¡Qué aprenda, qué aprenda! la fogosa juventud, contemplando las funestas consecuencias del desarreglo de los sentidos, para reprimir sus funestos apetitos, que fácilmente frena la voluntad decidida, y que eficazmente lo desea.
El primer efecto, y el efecto inevitable de los hábitos y costumbres, (voluptuosas), es embotar las pasiones del alma y excluir de ella todo otro pensamiento que no sea
el de los hediondos y viles placeres de los que se halla esclavizada. Distraido y disipado el espíritu por esos deseos que se reproducen sin cesar, y rodeado de fantasmas impuros, pierde su vigor y su fecundidad; se altera todo y descaece; la memoria se pierde, el carácter se enerva y debilita, y se endurece el corazón. Yá no se sabe lo que es amar, ni lo que es tener compasión, ni derramar deliciosas lágrimas de ternura o enternecimiento. El semblante mismo se reviste de una expresión ceñuda y desagradable. Las facciones muertas y apagadas anuncian que el manantial, la fuente de los dulces sentimientos de las emociones puras, de las alegrías inocentes se ha secado y extinguido. Se diría que la vida se había refugiado toda entera, y concentrado en los órganos de los sentidos. Pero éstos mismos órganos, gastándose prontamente, se ven acometidos de tropel por los achaques, dolencias, diversas enfermedades y dolores.
He visto, y ¡ay! que no se borrará éste espectáculo.. cómo algunas de éstas desgraciadas víctimas de una pasion devoradora, en la flor de la edad ofrecen yá la asquerosa imágen de una completa decrepitud. La frente calva, las mejillas pálidas y hundidas, el mirar lleno de una tristeza estúpida, el cuerpo trémulo y como encorbado bajo el peso de algún vicio, cadavéricos, sin acción, sin pensamientos, sin amor, victimas horribles yá de la disolución; y con su aspecto, me parecía oir los pasos de los sepultureros que venían a la carrera para llevarse aquél cadaver.
¿Hasta qué extremo, sin embargo, puede la filosofía degradar al hombre? ¡oh! y qué bien se justifica por los efectos, de lo que no ha tenido el rubor de sostener de palabra como un principio incontestable, que entre el hombre y el bruto no hay más diferencia real que la del vestido que lleva. Pero ésto, era colocarle aún demasiada altura, y para ser consiguiente, es necesario hacerle inferior a las bestias, porqué al fin éstas, son más felices en ésta parte que el hombre, pues no están como el hombre atormentadas por los deseos inútiles, y obedecen a leyes inmutables que las conservan y las conducen a la perfección que les corresponde. ¡Oh hombre! que hablas con tanto orgullo de tú dignidad y grandeza, desciende, baja de ese trono que formaste en tú imaginacion y en tú pensamiento; la filosofía te manda: ven para colocarte detrás de los brutos animales, más ilustrados y nobles que tú; y sacia tus deseos con los deleites vergonzosos e inmundos, que ellos te abandonan sin pesar y no tienen sentimiento. Los dos sistemas absolutos de la felicidad, fundados el uno en el orgullo, y el otro sobre los deleites, se combinan y se modifican al infinito, según el carácter, temperamento, preocupaciones y la situacion de cada individuo; y se puede observar, como una nueva prueba de la influencia es necesaria en las doctrinas sobre las acciones, que los filósofos no cambian de menos en sus reglas práticas de conducta y en sus principios especulativos, para no llevarse la contraria sobre sus reglas práticas de conducta, que son sus principios especulativos, y que hay constantemente una relación entre éstos principios y éstas reglas.. y cómo el principio más general de la filosofía, es que no hay ningún principio enteramente cierto, ni ninguna verdad absolutamente incontestable, su regla de conducta principal y más general es también, que no hay regla alguna ciertamente verdadera o absolutamente obligatoria. De manera qué, siendo todo arbitrario, y la verdad misma no siendo tampoco yá el objeto eternamente subsistente de la inteligencia, sinó una operación abstracta del entendimiento, una propiedad, digámoslo así, individual, las voluntades individuales suceden, y se sustituyen por las leyes inmutables del orden; y el hombre, (independiente de todo, aislado, separado de sus semejantes, alejado de su Hacedor), es el gobernador de la nada ilusoria que él ha creado alrededor de sí, quedando como dueño y señor absoluto de creer, amar, y obrar a su arbitrio y según sus caprichos grotescos.
Pero por más que haga, no podrá mudar la naturaleza de las cosas, ni encontrar la paz en el seno de los desórdenes. El único deber, dicen, la única obligacion es hacerse feliz; cuando al contrario, la verdadera, única y sólida felicidad es sujetarse, y ceñirse a la práctica rigurosa de los deberes y obligaciones. Júntense en eso todos los deleites y placeres, diversifíquense cuanto quieran, multiplíquense sin fin, no se tardará mucho en sentir la insuficiencia y el vacío. Éstos frutos de la tierra, incapaces de satisfacer el hambre del corazón, aunque posibles en lo exterior, ocultan todos una secreta y punzante amargura. Los deleites, y las afecciones mismas se gastan y consumen con dolor y prontítud; y son bien conocidas las quejas lamentables que arrancan de la inconstancia de nuestras amistades pasajeras, que se van y pasan con los años, y con los intereses. Lo mismo sucede con ese ardor, y esa ansía que nos arrastra hacia las cosas materiales, cómo niños atraídos por los dulces, entre los sueños y las ilusiones encantadoras con que todos han saboreado en la juventud. Todo pasa, y no deja en pos de sí más que el disgusto, la ansiedad y ese tedio inexorable que forma el fondo de la vida humana. Así es que todo lo que no hemos aún experimentado, lo que nos es desconocido, viene a ser para nosotros una especie de infinito que el alma abraza ansiosamente, como un objeto proporcionado a la extensión de sus deseos. Pero cuando ella, en unos pocos momentos advierte y conoce su error, (cuando descubre la limitacion, y siente el vacío, y la nada de aquél objeto que la embelesaba y seducía); entonces el encanto desaparece y cae en una tristeza profunda; repeliendo y alejando de sí hasta la esperanza, se alimenta con un gozo sombrío y melancólico de sus propias angustias, y busca en la estupidez, en la que siguen largos sufrimientos, una fría imágen de descanso. Recurso vano; la enfermedad va en aumento, y llegando a su último término, conduce a los desgraciados que están tocados de ella a un crímen execrable, el único irremisible, porqué es el único del que no se da yá arrepentimiento. Arrojados lejos de la fuente de la Verdad y del amor, se libran de una existencia que se les ha hecho intolerable; y el alma, privada de todo bien, pretende sepultarse bajo las ruinas del cuerpo, al modo de un emperador sin trono se sepulta bajo las tejas de su palacio.
<Y no os imaginéis, que graduando y mezclando artificiosamente los placeres, corriendo perpetuamente entre unos y otros, puedan ustedes prevenir el tedio, y satisfacer así plenamente los deseos. No porqué además de que a ninguno le es posible evitar los innumerables males anexos a ésta vida presente, las enfermedades, los pesares, las desazones, los achaques y las dolencias de la edad, la pérdida de los amigos y de los parientes, las injusticias y las ingratitudes; además, de las ventajas de la condición, talento, del cuerpo y del destino no dependen en manera alguna de nuestra voluntad, hay tambien entre los bienes de aquí bajo, y las necesidades de nuestro corazón, una desproporción que no hay medio alguno en el mundo que pueda hacerla desaparecer. Pero sobre todo, aún cuando éstos bienes fuesen tan reales y verdaderos como son vanos y quiméricos, no por eso, serian tampoco más el propósito, en la suposición de que todo se termine para nosotros con la muerte, para procurar la felicidad a la que aspiramos. Siendo como somos criaturas finitas, y por el hecho mismo, siendo limitadas e incapaces de abrazar a un tiempo todas las verdades que querríamos conocer y todas las perfecciones que desearíamos amar, sólo por una serie infinita de actos sucesivos podemos llegar a tocar el término al que nos dirigimos, y alcanzar el desarrollo para el que fuimos creados, de dónde se sigue, qué siendo necesaria una duracion sin término o eterna, para el cumplimiento de nuestros deseos, el desarrollo perfecto de nuestras facultades, la filosofía no anuncia al hombre más que la nada, que es tan contraria a su naturaleza como conforme a la Religión. Ciertamente, jamás una doctrina puede ser bárbara y desconsoladora, en lo que sin duda, le dice a los hombres, que son condenados por la mayor parte de su dureza y los continuos trabajos desde la indigencia, las privaciones, abatimientos y dolores de toda clase, padeciendo torturas y sacrificios que de nada sirven, cómo si fueran una herencia y de la que no hay que esperar más.. pues muchas de esas hazañas y sacrificios, cuando se viralizan, se convierten fácilmente en idolatrías con tintes paganos y pecaminosos.>
El señor Rousseau, a pesar de sus extravíos, tuvo por lo menos horror de ésta triste y desoladora filosofía. Le escribia a un discípulo de Diderot: "Tiemblo y me estremezco al veros contristar, y afligir a la Religión en vuestros escritos. Desconfiad de vuestro genio satírico. Sobre todo, aprended a respetar la Religión; la humanidad misma os impone éste respeto. Los grandes, los ricos, los dichosos del siglo se regocijarían en extremo de que no hubiese una Divinidad a quien pasarle cuentas; pero la esperanza de la otra vida consuela aquí al pueblo y al miserable que densamente le fueron arrebatadas por el torrente de la duda, porqué el bien y la verdad, son una misma cosa: luego no hay felicidad sinó en el conocimiento de la Divinidad; y la vida eterna, (dicen los escritos), es conoceros a vosotros mismos para conocer al Creador.">
(La certidumbre es más que una simple opinión.)
El hombre es dueño absoluto de sus pensamientos, amor y acciones.También puede hacerse independiente de toda ley, de la justicia y de la verdad, (aunque todo ésto), es un estado que es contrario a la naturaleza y genera el desorden y el estado más miserable después del ateismo al que conduce dicha divergencia.
E.M.
Assalamo Aleikum.