CUANDO el CIELO y la TIERRA LLORARON.
Cuando un árabe prominente entre aquellos moría, decían: «Los cielos y la tierra lloraron por él». Es decir, la tristeza inundó el aire al morir, hasta que incluso el cielo y la tierra lloraron, lo que indicaba la importancia de la persona y su estatus como fuente de amor, respeto y abundancia. Pero, cuando decían: «Los cielos y la tierra no lloraron por él», se referían a que la persona era inútil, inservible e incluso peligrosa y dañina. Respecto al Faraón ahogado y su ejército, Allah Todopoderoso dijo: «Dejaron atrás jardines, manantiales, cosechas, mansiones y muchos otros placeres de los que disfrutaban. Y así los legamos a otro pueblo. Los cielos y la tierra no lloraron por ellos». (Sura 44 Ad-Dukhan, 24-28)
Lejos de llorar la muerte de los malvados, los pueblos del cielo y de la tierra celebran su partida de éste reino. Porque se liberan de la opresión, la lucha y la corrupción que devastaron el mundo. A diferencia de los buenos, su existencia no es una bendición, sinó una fuente de desastre. La causa de todos los sucesos negativos es Nimrod, el Faraón, Abu Yahl y sus malas acciones.
Por otro lado, cuando mueren buenas personas, la tierra y el cielo lloran. La gente de la tierra y del cielo se envuelve en luto. El Profeta (s.a.w.s.) dijo al respecto: «Hay dos puertas en el cielo para cada creyente. El sustento desciende por una puerta y sus buenas obras ascienden por otra. Estas puertas lloran su muerte. (Tirmidhi, Hadiz n.° 3552) Otro Hadiz dice: «El lugar donde oró y adoró en la tierra llora por el creyente, al igual que el lugar donde sus obras ascienden al cielo.» (Durru'l-Mansur, 6/30)
Los malvados y sus malas acciones contaminan el cielo y la tierra, mientras que los buenos y sus buenas acciones embellecen la tierra y el cielo. Limpian la suciedad de los malvados. Los creyentes y quienes hacen buenas obras son la garantía de la tierra. Sin ellos, el mundo carecería de sentido. Los malvados deben saber que viven gracias a los buenos. Deben preocuparse por la disminución de su abundancia. Allah les provee sustento y los sostiene por el bien de los creyentes.
Ganar y perder en éste mundo.
El Profeta Muhammad (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) es el protector de la Ummah y de toda la humanidad;
"Pero Allah no los castigaría mientras tú estuvieras entre ellos ni tampoco tendría por qué castigarlos mientras pidieran perdón." (Sura 8 Al-Anfal, 33). Para que nos sintamos seguros, el Mensajero de Allah (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él) debe estar espiritualmente presente entre nosotros y su Sunnah debe ser respetada. La Sunnah es el estilo de vida completo del Profeta (que la paz y las bendiciones de Allah sean con él). La verdadera vida es la que vivió y demostró. El resto es obsoleto. El mundo es un campo de batalla del bien y del mal, una prueba. Cada uno gana o pierde la prueba según su comportamiento. La prueba no es fácil. El resultado es la felicidad eterna o el desastre eterno.
La vida de un creyente, aunque sea difícil, eventualmente conducirá a la felicidad y la paz. La vida de un incrédulo y un pecador, en cambio, es un completo desastre y arrepentimiento.
Se celebró un funeral ante el Profeta (s.a.w.s.). Dijo: «Musterihun wa mustarahun minhu». Los compañeros preguntaron: «¿Quién descansa y quién descansa?». Nuestro Profeta (s.a.w.s.) respondió: «Quien descansa es el siervo creyente. Cuando muera, no sufrirá el tormento ni el sufrimiento de éste mundo». Se salva de sus problemas y alcanza la misericordia de Allah. Quien se salva es quien se salva del mal de las personas, los países, las plantas y los animales. (Bujari y Janaiz, 42)
Según nuestro Profeta (la paz sea con él), un creyente pobre y justo que sufre dificultades en éste mundo olvidará todos sus problemas terrenales al entrar al Paraíso. Por el contrario, un pecador que vive una vida próspera en éste mundo olvidará todos los placeres y alegrías que experimentó en éste mundo al entrar al Infierno. La verdadera felicidad es eterna y permanente.
Como afirma el Hadiz, los incrédulos y opresores son una fuente de problemas y sufrimiento, especialmente para las personas, pero también para los países, las plantas y los animales. Al morir, las personas experimentan la alegría de liberarse de su propia maldad. En lugar de misericordia, se les recuerda con maldiciones e invocaciones incurables. Incluso sus padres, que no los criaron bien, comparten ésta maldición y aflicción. La mera mención de éstas personas evoca un sentimiento involuntario de odio.
Cuando se recuerda a los profetas, a los veraces, a los mártires, a los justos, es Justo cuando surgen sentimientos de amor y respeto. La mención de Nimrod Faraón, Abu Yahl, Abu Lahab y sus seguidores crea opresión y disgusto en los corazones. Se recita el Salawat después de los profetas, y después de los Compañeros, "Radhiyallahu anhum" (que Allah esté complacido con ellos). Después de los eruditos y las personas virtuosas, se dice "Rahimehumullah" (que Allah tenga misericordia de ellos).
El libro de obras de un creyente nunca se cierra; su tesoro de buenas obras y acciones siempre rebosa gracias a las buenas acciones que realiza en éste mundo y a las buenas obras que deja. Tanto su vida como su muerte se convierten en una fuente de misericordia para sí mismo y para los demás.
Aquellos por quienes los cielos y la tierra no lloran, sinó que se alegran de su muerte, serán recordados con desdén hasta el Día del Juicio. Sus libros de hechos siempre contendrán malos recuerdos y obras.
<Recuerda hermano.. cuando naciste, tú llorabas y el mundo reía. Vive tu vida de tal manera que tu muerte sea una desventaja para ti y cause lágrimas a la gente. Es decir, cuando tú mueras, ríes y los otros lloran. El cielo no podrá soportar éste llanto en el que todos participen y se sumen.>
Assalamo Aleikum.