Assalamo aleikum.

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martes, 11 de noviembre de 2025

LAS LUCIÉRNAGAS DEL DESIERTO. (Relato)

LAS LUCIÉRNAGAS DEL DESIERTO. (Relato)
<El poder de las almas proveniente de las ciencias espirituales, que es el propósito último de las enseñanzas: para reformar las esencias corruptas de las almas, refinar su moral y perfeccionarlas para que permanezcan en la otra vida, que es la verdadera vida.>

Dentro del espacio expansivo, apareció una luz que irradiaba amor y compasión. Se acercó suavemente el muchacho y lo saludó, como si fuera de toda su confianza, pues emitía una profunda sensación de paz y plenitud, a pesar de su aspecto exterior.
Ahmad se fue sumergiendo en una luz espiritual. ¡Despierta! el Shaykh ha comenzado a hacer el dua con su voz serena y reverente, era como si sus palabras ascendieran a los cielos, armonizando con las estrellas y las melodías celestiales que las rodeaban. La oración-petición del Shaykh era como música celestial: «Ya Allah, te pido que fortalezcas nuestra resolución y nos llenes confianza, que eleves nuestra posición de entre Tu creación en Tus cielos y Tu tierra. Oh, Conocedor de lo invisible y lo visible, el Grande, el Exaltado. Oh, Allah, renunciamos a la propia fuerza y ​​poder y buscamos refugio en Tu fuerza y ​​poder. Tú eres el Auxiliador; por Ti nos movemos y por Ti prevalecemos. Oh, Allah, concédenos la luz de Tu Gran Nombre, para que todo tirano arrogante entre Tus criaturas se vea disminuido ante nuestros ojos. Eleva nuestra posición en el trabajo y entre la familia y amigos, y haznos ser un ejemplo de rectitud. Tú que nos sostienes con un espíritu que proviene de Ti, oh, Tú que eres el Altísimo, el Grande, el Exaltado». Aaaamiiinn.

Entonces el narrador alzó la cabeza y su rostro fue mostrando signos de reverencia, y comenzó su oración con una profunda espiritualidad que tocaba los mundos invisibles:
El portador de la vela prosiguió su camino con paso firme, recitando los hermosos nombres de Allah con una voz melodiosa que se fundía con los susurros de la noche. Ahmad lo siguió con entusiasmo, como si la voz del portador de la vela lo impregnara por completo, fluyendo por sus venas y cargando cada paso con mayor esperanza. Ambos se dirigieron hacia la colina que era testigo de aquellos encuentros espirituales. La luz de la vela, que tintineaba dentro de una lámpara de cristales de colores, iluminaba un punto específico bajo un árbol reseco, como si abriera una puerta secreta a otro mundo.
Al acercarse al punto de luz, el Shaykh, sosteniendo la lámpara, se mantuvo firme y comenzó a recitar los nombres de Allah con una voz que resonaba con la luz de las estrellas del firmamento mezclada con relámpagos, y el murmullo de la alabanza del trueno hacía un eco de las palabras como perlas luminosas danzando en el cielo nocturno. «El Grande, el Exaltado», repitió sesenta y nueve veces, como si cada nota se disolviera en el ritmo sagrado del universo. Con cada repetición, el cielo parecía susurrar bajo su manto azul profundo, haciéndose eco de sus palabras y llenando el espacio con una presencia sutil.

Entonces el Shaykh comenzó a repetir «Él es el Único, el Vencedor» setenta y siete veces. Ahmad repitió tras él, pero ésta vez sintió algo más profundo que lo impregnaba, como si sus células mismas estuvieran en sintonía con ese ritmo divino. De repente, Ahmad sintió que las barreras entre él y el mundo comenzaban a disolverse. Todo lo que había sido sólido y familiar en su vida empezó a desvanecerse, como si el universo abriera sus brazos para abrazarlo en un espacio de luz.

El Shaykh nunca está ausente de su corazón, y su presencia en él es más profunda que cualquier despedida o encuentro.

Ahmad regresó a casa cuando la noche envolvía la aldea con una atmósfera de tranquilidad. Caminando por el sendero oscuro, recitaba los Nombres Bellos de Allah como un himno vibrante. Cada nombre resonaba en su interior como un latido, emanando una luz interior que lo llenaba de paz. Éstos nombres, que había aprendido del Shaykh, eran como una melodía celestial sin fin, cantada por su alma, que le hacía sentir una profunda conexión con el Creador. Sentía que todo a su alrededor palpitaba con vida: los árboles, la tierra, el cielo; todo se unía en éste himno espiritual, como si el universo entero se hiciera eco de los nombres de Allah en sutil armonía.

Ahmad entró en casa, dónde el mundo yá no era el mismo. Todo a su alrededor parecía envuelto en un halo de luz oculta, como si aquellos momentos bajo la luz de la lámpara hubieran dejado su huella en cada rincón. Se dejó caer en el sofá, pero sentía que su corazón se elevaba hacia otra parte, donde el aire transportaba voces invisibles que susurraban secretos aún por revelar.
En sus ojos cansados, resurgieron las imágenes de su encuentro con el mendigo; cada latido de su corazón resonaba con uno de los nombres de Allah, cada pulso añadía un nuevo impulso de vida en su interior. Ahmad presentía que aquella noche su sueño no sería nada ordinario; más bien, anticipaba que el día siguiente le traería nuevas revelaciones, secretos ancestrales que se le mostrarían, conocimiento divino que abriría algunas puertas hasta entonces ocultas.

Mientras el sueño se cernía lentamente sobre sus ojos, sintió como si se ahogara en un mar de luz, nadando en profundidades de sabiduría ancestral y conocimiento oculto. Dormía, pero su alma permanecía despierta, suspendida en un horizonte infinito, vislumbrando destellos de luz celestial y aguardando el amanecer con la ilusión de aquel niño que sabe que un tesoro escondido le está esperando sentado en la piedra blanca al borde del camino.

Mientras los sueños se formaban a su alrededor como pinturas de luz, su mente viajaba a mundos desconocidos, donde los misterios aparecían como invitaciones tácitas, esperando ser desveladas. Ahmad sentía que cada instante de aquella noche guardaba la clave de un nuevo secreto, y que cada rayo de luz podía ser el comienzo de otro viaje repleto de maravillas.

¿Qué nuevos secretos le depararía el mañana? ¿Qué maravillas le traería? Éstas preguntas le rondaban la cabeza mientras esperaba con ansias el día siguiente, impulsado por una curiosidad insaciable por descubrir los tesoros del conocimiento que le aguardaban. Ahmad sabía que lo que había vivido aquella noche y otras noches era sólo el comienzo de una aventura espiritual que le abriría nuevas puertas, le desvelaría secretos inconfesables e iluminaría su camino hacia el futuro con los signos de una profunda espiritualidad. 

Assalamo Aleikum.