Assalamo aleikum.

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viernes, 2 de agosto de 2024

EL SEÑOR DE LAS AVISPAS.

EL SEÑOR DE LAS AVISPAS.
(Solamente los aludidos lo entenderán.)
No debemos de temer a las estrellas por su lejanía, mientras que todo sigue su curso. Ellas no pueden pelear contra los enemigos de nuestras almas. Muchas veces, ni siquiera existen los enemigos. Quédense bien tranquilos.. Las avispas de Allah pueden más que las armas. Jamás podremos imaginarnos que la victoria puede conseguirse por los medios que Allah emplea y que tiene preparado tanto el camino como el final. 
Se puso a la cabeza como un guía y echaron a andar por el sendero. Por los lados había menos árboles pero muchos matorrales. Llegaron a un claro cerca del riachuelo, en cuyo centro un árbol continuaba en pie sin darse por muerto. En aquél preciso momento, el guía les llamó ladrones.. pero ellos cardaron las cabezas con los dedos y se hicieron los sordos. Los ricos platos de la invitación no se les atravesaron en la garganta, aunque el mal les acechaba. No obstante, volvieron al año siguiente con las caras de circunstancias. Sois algo masoquistas en vuestro cúmulo de carne. También puede ser negligencia.. atraída por la indolencia y la pasividad de un intelecto deficiente con falta de energía, por lo que provocan los años, será. 
Es sorprendente la mención de la mala voluntad que se niega a completar y aceptar las responsabilidades para seguir a un demagogo o mortadela exorbitante de amenazas para obtener beneficios económicos a vuestra costa. Tontos.
Quizás sea una enfermedad, que está asociada a la negativa de realizar esfuerzos de coraje, y que convive con la necesidad de evitar cualquier otro tipo de esfuerzos. Una pérdida de voluntad severa que invade al deprimido, quien está preso de su propia indolencia, que defiende con los dientes el sistema de pasividad e irresponsabilidad en el que se encuentra sumergido, más allá de que todo ello lo destruya.

Quizás sean los pensamientos y sentimientos distorsionados, que modifica la conducta y la conduce a un nivel de inacción tal que, con el paso del tiempo, sería la responsable de producir algunos cambios neuronales. La razones que esgrimen para justificar la pasividad indolente son: "No lo puedo hacer; no tengo fuerza para hacerlo; es inútil intentarlo; para qué, si después me sigo sintiendo mal; resulta más fácil no hacer nada; etc." Para ellos, éstas y otras justificaciones encubiertas por el autoengaño resultan válidas, y será difícil convencerlos de que son erróneas y falaces y que también impactan de manera muy negativa sobre los que los rodean, provocando la evitación que genera el rechazo social del que luego se quejan. Y esa conducta social inusual, contribuye a su vez al mantenimiento de un equilibrio pasivo y, por ende, a la depresión involutiva. La representación del sí mismo como impotencia, con una autoestima disminuida que actúa como un reaseguro de esa indolencia negativa. El terapeuta no busca la confrontación, deberá exigirles las tareas livianas que se relacionen con su accionar interior. A través del mundo de los esfuerzos, los pequeños objetivos, tienen que desbaratar las auto-excusas. No se trata de la apertura de juicios de valor, ni reprender al paciente; yá que el depresivo, usa al autorreproche para permanecer más pasivo todavía. Si, le dejaremos bien claro que deberán respetar el encuadre de la colaboración para concienciar tanto de la indolencia como de la resistencia que de ella se genera, y exigirle amablemente que intente conseguir pequeñas soluciones concretas.

El tratamiento para la elaboración de la indolencia consiste en mostrársela en toda su dimensión y confrontársela con tenacidad, despertarles el interés para que cooperen en un proyecto sencillo, concreto y dinámico, acorde a su personalidad.

La inquietud y la culpa: la inquietud es el síntoma común del deprimido y se manifiesta como una forma de hiperactividad improductiva. Son compulsiones sin ninguna finalidad. Deambulan sin metas, sin proyectos, sin misión alguna. Símbolos de no avanzar, de exigencias internas que los impulsan a moverse sin productividad ni sentido. Es curioso, que cuanto más intensa resulta la indolencia, mayor es la inquietud generada por las exigencias internas. 

Los intolerantes, no resisten los ruidos, tampoco escuchan, ni aceptan sugerencias, y muy enajenados piden ayuda constantemente. Es que la "otredad", del percibir al otro como tal no existe, sólo se "mal escucha" a sí mismo con turbulentos y muy obstinados pensamientos que lo maltratan. La inquietud es producida por un estado ansioso exagerado (una ansiedad generalizada) asociado con la envidia, el fastidio y el resentimiento, (pero esencialmente) de la denigración por el estado improductivo e involutivo en el que se encuentra.

Puede que se lamente con nostalgia por no haber realizado tal o cual acción hace cinco años; de no haberse ocupado bien de su esposa e hijos; o con cualquier otra recriminación hacia sí mismo, justificada o injustificada.

Los sentimientos de culpa responden a las exigencias familiares no resueltas y/a un mecanismo de culpa desplazada actual, generada por ¡no captar los valores de la responsabilidad!, que es trasladada al pasado para evitar hacer esfuerzos en el presente. La terapia no solo debe ayudar a resolver la denigración y la culpa que le genera el no realizar esfuerzos evolutivos, sinó también, para esclarecer e informar a los familiares sobre cómo deben de ayudarlo.

Averiguar qué es lo que los asusta y paraliza (vicisitudes distorsionadas) que ellos transfiguran en culpa y debilidad. Que tengan en cuenta lo contraproducente que resulta culpabilizarse y lo indispensable que sería dominar sus autorreproches y el síndrome del ¡no puedo!, pues ambos son responsables de sus inquietudes. Si logramos que realice una actividad física sumada a alguna tarea que lo dignifique, disminuirá muchísimo la intensidad del cuadro. Y ello se conseguirá si tenemos presente la autocrítica constante con la que minusvalora sus esfuerzos; y la intención inconsciente por reforzar su imagen negativa para no realizar quehaceres y sostener el enfermizo equilibrio indolente.

Es bien consciente el mecanismo avieso de venderse con ineptitud, autorreproches y permanentes críticas, aunque en algún momento, volverá a confiar en él mismo, y ello se dará más aún si realiza pequeños esfuerzos y vaya asumiendo las pequeñas responsabilidades. Por ello, es necesario exigirle, con afecto pero firmemente, la realización de algunas actividades mínimas, a sabiendas de que ello lo calmará y le hará sentirse mejor. La inquietud responde al estado desidioso con la envidia involutiva en la que vive, junto con la actitud egoísta que se aferra a la pasividad.

Angustia por la preocupación o por la expectativa exagerada: al deprimido el más mínimo acontecimiento lo llena de intranquilidad, ésto se ha denominado como la angustia de preocupación. En algunos individuos sin depresión, ésta angustia cursa levemente y los lleva a la obsesión con querer anticiparse a los hechos, y aunque resulte nociva tal actitud, proyectan y realizan en consecuencia un modo de previsión. Pero el deprimido no planifica ni se prepara para una actividad proyectada; más aún, en él todo es preocupación, y como resultado termina por vivir absorto por sus obsesiones y sufrimientos. Si se le presiona para que resuelva algún problema, se fastidia, yá que ni siquiera puede realizar el esfuerzo de representarlo mentalmente. En su presentismo perverso, está viviendo de modo exclusivo sin pasado ni futuro, y cualquier cosa que surja, por inocua que parezca, le implica un problema y una gran preocupación. En definitiva, invadido por una feroz indolencia, no quiere enterarse de nada ni de enfrentar nada, y la más mínima alteración lo condiciona para la angustia. Tal es así, que si se planean unas vacaciones, o el concurrir a un evento, lo más probable es que por los temores que le genera la angustia de la expectativa, se niegue rotundamente a ir, exigiendo que ni siquiera le hablen de eso. Los familiares discutirán inútilmente con su pariente, y yá por último, ellos se someten terminando por no asistir al evento, decretándose de ésta manera el triunfo del deprimido victimista.

Una explicación convincente, de que la angustia que siente no es peligrosa, unida a una confrontación creativa, es decir, enfrentarle con afecto a su pasividad, estimulándolo a que ejerza algún esfuerzo de coraje. Alentarlo a que su depresión no domine el espectro familiar; aunque resultará difícil, sería lo ideal para realizar. Claro qué, para ello, es imprescindible contar con la familia, que suele depositar inconscientemente su indolencia e irresponsabilidad en él; como también de un continente, firme y con responsables asesoramientos profesionales.

Assalamo Aleikum.