RESPETAR LOS BIENES AJENOS.
Un día, Abdullah ibn Abbas, (que Allah esté complacido con él), miró la Casa de Allah Todopoderoso, la Kaaba, y dijo: «Allah Todopoderoso la ha santificado, la ha honrado y la ha bendecido». Pero el creyente es más santo que él ante los ojos de Allah Todopoderoso. Ésto fue discutido en el libro de Salih Ahmad Al-Shami, (Sermones de los Compañeros), pág. 553.
En un hadiz que se encuentra en Sahih al-Bujari, n.° 67, el noble profeta Muhammad, (que Allah le bendiga y le conceda paz), declaró que la sangre, la propiedad y el honor de un musulmán están prohibidos en el Islam.
Éste hadiz, como muchos otros, enseña a los musulmanes que el éxito solo se puede lograr cumpliendo los derechos de Allah Todopoderoso, como las oraciones obligatorias, y que cumplir los derechos de las personas uno sin el otro no es suficiente.
El verdadero creyente y musulmán es aquel que mantiene el daño verbal y físico lejos de sí mismo y de la propiedad de los demás. Ésto lo confirma el hadiz que se encuentra en Sunan al-Nasa'i, n.° 4998. Por lo tanto, es importante que los musulmanes no dañen a otros con sus acciones o palabras.
Un musulmán debe respetar la propiedad de los demás y no intentar obtenerla injustamente, por ejemplo, en un caso legal. Se afirma en el hadiz que se encuentra en Sahih Muslim, n.° 353, que quien haga ésto entrará al infierno, incluso si lo que tomó es del tamaño de una rama de árbol. Los musulmanes no deben utilizar la propiedad de otros excepto como deseen y deben devolverla de una manera que agrade a su dueño.
El honor de un musulmán no debe ser violado por acciones o palabras, como la calumnia o la difamación. En cambio, un musulmán debe defender el honor de los demás, yá sea en su presencia o en su ausencia, porque ésto los protege del fuego del infierno. Ésto se menciona en un hadiz encontrado en Jami’ al-Tirmidhi, No. 1931.
En conclusión, uno debe evitar dañarse a sí mismo, a su propiedad o al honor de los demás, tratando a los demás tal como le gustaría ser tratado. Así como una persona ama ésto para sí misma, debe amarlo también para los demás y demostrarlo con sus acciones y palabras. Ésta es la señal de un verdadero creyente, como se afirma en un hadiz en Jami’ al-Tirmidhi, No. 2515.